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Tarragona General
DIARI DE TARRAGONA Pág. 2  Lunes, 01/09/2003

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La agonía del Ebro: algo más que trasvase 
 
     
     
 

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El Ebro es un río herido de muerte y más, si cabe, su delta. Pero el trasvase no es la única amenaza que pende sobre él. Y es que el río lleva cada vez menos caudal, pues ha pasado de una media de 18.000 Hm3/año a principios del siglo XX, a 13.000 en los últimos 30 años y a menos de 10.000 en los años 80. Ello se debe a tres causas fundamentales: llueve menos, hay más superficie forestal que retiene y usa agua, pero sobre todo ha aumentado radicalmente el consumo en el regadío. Del medio millón de hectáreas regadas en los años 60 en la cuenca del Ebro se ha pasado en la actualidad a más de 830.000 Ha que utilizan 6300 Hm3/año, lo que equivale a seis trasvases. Si se ejecuta el Plan Nacional de Regadíos a 2008 habría que añadir 380, y las previsiones a largo plazo requerirían otros 800 Hm3, el equivalente a otro trasvase. Por otro lado, buena parte de los mencionados regadíos se asientan sobre zonas salinas, con lo que las aguas de retorno arrastran grandes cantidades de sales minerales disueltas junto a pesticidas, plaguicidas nitratos y fosfatos utilizados en la agricultura, disminuyendo la calidad de las aguas a niveles preocupantes.El Ebro no sólo lleva menos caudal, sino que también lleva menos sólidos en suspensión, y eso es debido a la presencia de una red de embalses que los retiene, habiendo pasado los arrastres de los 30 millones de Tm/año antes de su construcción, a los actuales 0,15 Tm/año. Los sedimentos ya no llegan al delta, con lo que éste no se puede recuperar del proceso de compactación y hundimiento que sufre, cifrado en 2,5 mm/año, ni del aumento del nivel del mar estimado en 5 mm/año. La llegada de sedimentos a la desembocadura no sólo es necesaria para la supervivencia del delta como territorio, sino que es imprescindible para actividades como la pesca o el cultivo del mejillón y la ostra.Pero hay más. Los sedimentos son los principales responsables de la formación de playas, materia prima de la principal industria de España, el turismo. Luego, al no llegar los sedimentos de los ríos al mar, las playas no se pueden formar naturalmente, con lo que tenemos que gastar millones de euros para su regeneración, dando lugar a otros problemas ambientales, como la destrucción de praderas de Posidonia, imprescindibles para los peces, en una espiral de gasto sin fin. La polémica sobre el caudal continuo de 100 ó 135 m3/seg no tiene sentido, ya que lo que necesita el río son crecidas anuales al menos de 1000 m3/seg y otras superiores más espaciadas, pues se requieren como mínimo 700 m3/seg para arrastrar partículas del tamaño adecuado para regenerar el delta y reducir el avance de la cuña salina. Dejar dicho caudal constante es como ponerle un gotero a un enfermo grave; conseguirás que no muera deshidratado, pero no que fallezca. El trasvase no haría mas que agravar la agonía del Ebro y su delta. Por ello no parece coherente pedir por un lado la construcción de más embalses y el aumento de regadíos en la cuenca y por otro oponerse al trasvase escudándose en la degradación que sufriría el delta de llevarse a cabo esta obra, cuando dichas peticiones tendrían las mismas consecuencias negativas que el trasvase. La fuerza de la oposición al trasvase debe residir, además de los daños al delta, en las consecuencias negativas que tiene el actual PHN, que no son otras que la inundación de nuestros pueblos, valles, patrimonio natural y cultural y el desplazamiento de personas por la construcción de nuevos embalses.
José Luis Benito Alonso es biólogo del Instituto Pirenaico de Ecología, CSIC