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El agua no conoce fronteras nacionales: el 50 por ciento de la población mundial vive en áreas de sistemas hidrológicos compartidos por varios países
MADRID. No le faltaba razón al presidente norteamericano John F. Kennedy cuando afirmaba que quien fuera capaz de resolver los problemas del agua sería merecedor de dos premios Nobel: uno por la Paz y otro por la Ciencia. El acceso al agua se ha convertido desde la más remota antigüedad en una fuente de poder y de conflicto, aunque el único caso conocido de guerra por este preciado líquido se remonta a 4.500 años, cuando el uso de los ríos Tígris y Eúfrates enfrentó a dos ciudades del actual Irak. Desde entonces, el agua ha estado estrechamente ligada a las áreas clásicas de conflictos políticos, pero el aumento de su escasez apuntala las advertencias de los expertos sobre el papel de los ríos en las futuras disputas internacionales.
Los analistas señalan que cincuenta países de todas las regiones del mundo están en riesgo de afrontar conflictos por el agua durante el próximo decenio. Un total de 158 cuencas fluviales de las más de 260 existentes en el mundo son compartidas por más o dos naciones y son explotadas sin acuerdo de cooperación, lo que las convierte en fuentes potenciales de conflicto. De ellas, 18 están bajo observación del Programa de Medioambiente de las Naciones Unidas (UNEP) por ser consideradas zonas de problema latente, como el entorno del río Ganges o la cuenca del Mekong. Hoy día, cerca del 50 por ciento de la población mundial depende para su consumo de agua e irrigación de sistemas fluviales que comparten al menos dos estados, lo que exige cada vez mayores esfuerzos de cooperación. Los especialistas reunidos en el Foro Mundial del Agua han señalado que en los últimos siglos se han firmado casi 3.000 tratados y acuerdos transfronterizos para el desarrollo conjunto de 100 cuencas fluviales.
Intentos de control
En el mundo se extienden 263 cuencas, que representan la mitad de la superficie del planeta y el 60 por ciento de todo el agua potable, y en ellas vive el 40 por ciento de la población mundial. A pesar de que el agua es un recurso cada vez más explotado, los expertos señalan que la causa de los conflictos internacionales no es su escasez ni la superpoblación mundial, sino el intento unilateral de un país de explotar un río ante la ausencia de tratados que preserven los intereses de otras naciones que comparten sus aguas. Los países de las cuencas tienen por lo general algo en común: todos intentan nacionalizar los beneficios. Además, por razones históricas, en regiones pobres en agua el derecho del más fuerte ha dominado en las relaciones políticas. Muchos de los tratados para el aprovechamiento de cuencas hidrológicas supranacionales datan de la época colonial y no son reconocidos por los países afectados o han sido firmados sólo entre algunos, por lo que para los otros no se derivan ni derechos ni obligaciones.
Búsqueda de acuerdos
No obstante, no todos vaticinan un futuro enfrentamiento por este recurso. «La cooperación entre los países en los últimos 50 años sólo ha sido interrumpida ocasionalmente por algún conflicto. Desde 1948, se han dado sólo 37 incidentes, incluidos los violentos. De ellos, treinta se produjeron entre Israel y sus vecinos», ha señalado en estos días Aaron Wolf, director de la base de datos Conflictos Transfronterizos sobre el Agua de la ONU. Para este geógrafo, «el hombre tiene la capacidad de aumentar la cooperación incluso cuando las condiciones naturales empeoran dramáticamente» y considera que existe una tendencia a la cooperación en la búsqueda de soluciones, como lo confirma el hecho de que algunos países resuelven sus conflictos por el agua, al tiempo que luchan sin tregua en otros terrenos. A pesar de que no todos comparten la posibilidad de un enfrentamiento mundial por la conquista del agua, pocos dudan de que la pugna por los limitados recursos hídricos puede agravar los de por sí frágiles vínculos entre los países de algunas regiones, y provocar un clima de agitación sin precedentes.
La mayoría de las cuencas fluviales transfronterizas se encuentran en Asia, Iberoamérica y África, donde las tensiones por el agua potable, la irrigación, la pesca y la energía hidráulica podrían agravarse debido al crecimiento de la población y de las políticas existentes. Ocho de los ríos en disputa están en África, en especial en el sur, y seis en Asia, la mayoría en la región suroriental. Uno de ellos es el Salween, que nace en el sur de China y se extiende a través de Birmania y Tailandia, y donde la construcción de represas y los proyectos de desarrollo planeados por cada país son incompatibles entre sí. Otro lugar de riesgo es la cuenca del río Okavango, en el sur de África, que abarca parte de Angola, Botswana, Namibia y Zimbabwe.
Crisis en el mundo árabe
Los expertos también vaticinan una crisis del agua en el mundo árabe, en donde es consumida con mayor rapidez de lo que la lluvia repone los depósitos del subsuelo. Esto provoca que el agua del mar se filtre en los suministros subterráneos de agua potable, de manera que en países como Irak, cerca del 30 por ciento de la tierra ha sido abandonada debido a la salinización. A pesar de los intentos por parte de la ONU de establecer una serie de principios para prevenir los conflictos asociados a los recursos hídricos, lo cierto es que cada cuenca tiene una personalidad propia y tanto las condiciones como los intereses de los países que la rodean son muy diferentes. Por ello, los líderes políticos han de ser conscientes de la necesidad de la creación de normas internacionales para administrar los bienes comunes del planeta y lograr que el agua sea un derecho de todos y para todos.
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