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Pais vasco Bizkaia
DEIA Pág.   Miercoles, 05/02/2003

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Objetivo: frenar el derroche de agua 
 
     
     
 

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El objetivo de la Unión Europea de lograr un consumo diario de 120 litros de agua por habitante está cerca de cumplirse en Gipuzkoa, según el químico del departamento de Aguas de la Diputación foral, Félix Izco, quien piensa que estamos ante «un objetivo razonable». Así, cada donostiarra gasta una media de 152 litros y los habitantes de la comarca del Bidasoa consumen 136 litros diarios, mientras que la media estatal se sitúa en los 210.
Los datos del territorio son optimistas y muestran una importante tendencia «a la baja», en opinión del experto, quien achaca este descenso en el consumo de agua a «las últimas sequías, la subida de las tarifas y la concienciación social».
Así, mientras la Mancomunidad de Aguas del Añarbe suministró a los diez municipios miembros 42.189.942 metros cúbicos de agua durante 1994, la cifra había descendido en 2002 a 35.260.000 metros cúbicos. A esta cantidad habría que sumar los 5.458.014 metros cúbicos suministrados por la Mancomunidad de Txingudi a Irun y Hondarribia y los más de 25 millones de metros cúbicos con que el Consorcio de Aguas de Gipuzkoa abasteció en 2002 al resto del territorio.
De este modo, cada uno de los 682.977 habitantes que residen en Gipuzkoa consumiría una media de 264 litros diarios, aunque esta cifra no es significativa, dado que el territorio cuenta con una importante industria que dispara las cifras de consumo de agua.
En algunos municipios, como Errenteria, el consumo se sitúa por encima de los 300 litros diarios por habitante y en otros, como Urnieta, sobrepasan ampliamente los 600. Mientras, otras localidades como Pasaia, Irun, Lezo o Astigarraga, distan aún de alcanzar la cima de los 200 litros diarios, una cifra que, en opinión de Izco, entra dentro de los parámetros normales para un abastecimiento conjunto de actividad industrial y consumo doméstico.
Penalizar a quien derrocha
La actitud de los guipuzcoanos dio un vuelco a raíz de las sequías que el territorio vivió en los años 1989 y 1990. «Antes existía la creencia de que el agua era un bien inagotable. Esto, unido a su gratuidad en muchos ayuntamientos que carecían de una política tarifaria, hacía que el consumo se disparara en Gipuzkoa por encima de los parámetros normales», explica Izco.
En la década de los noventa comenzaron a aparecer las mancomunidades, con el consiguiente cobro del agua en aquellos lugares donde antes no existían contadores. «Muchos de quienes consumían de forma irracional, comenzaron a moderarse al enfrentarse a una factura», asegura el químico.
En Gipuzkoa «aún estamos comenzando con la concienciación social», apunta. Las campañas de las mancomunidades se centran, por el momento, «en la reducción de pérdidas en la red de baja, que hasta hace poco suponían entre un 40 y un 50% y ya están a punto de alcanzar el objetivo del 20%».
Una mayor educación y la extensión de una cultura del ahorro contribuiría, asimismo, a reducir los consumos desmesurados. Una ducha, por ejemplo, supone un gasto de 90 litros de agua, mientras que en un baño asciende a 350. Otras actividades, como fregar los platos durante un cuarto de hora, consumen cerca de 90 litros.
Los pequeños detalles pueden ahorrar agua, pero, según Izco, se hace necesaria una «política tarifaria progresiva» para conseguir un ahorro importante. Las tarifas progresivas consisten en «disparar» el precio del litro de agua a partir de un gasto considerado «normal», es decir, «penalizar a quien derrocha», afirma Izco. Una medida que se ha comenzado a utilizar en otras zonas, aunque en Gipuzkoa aún no se ha establecido.