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    REVISTA DEL COLEGIO DE INGENIEROS DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS
Nº31
AÑO 1995
SANEAMIENTO, I

El saneamiento. Historia reciente, estado actual y perspectivas de futuro

Juan de Dios Trillo Montsoríu*

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Asesoría Técnica y Control, S.A.

 

INTRODUCCIÓN

Primera etapa: Protección sanitaria

Segunda etapa: Protección de otros usos del agua

Tercera etapa: Protección del medio ambiente

Repaso a la historia reciente

EL DESARROLLO DEL SANEAMIENTO EN ESPAÑA

Los antecedentes

El despegue

La consolidación

ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN ACTUAL
PERSPECTIVAS DE FUTURO

Descriptores: Saneamiento, Evolución de objetivos, Tratamiento de aguas residuales, Saneamiento en España

Introducción

El concepto de saneamiento puede sintetizarse mediante una definición, exclusivamente cualitativa, según la cual aquél es un campo de la Ingeniería cuyo objetivo es la recogida y transporte del agua residual y el tratamiento tanto de ésta como de los subproductos generados en el curso de esas actividades, de forma que su evacuación produzca el mínimo impacto en el medio ambiente.

Sin embargo, como se pone de manifiesto en lo que sigue, este concepto no ha sido siempre así ni, evidentemente, continuará siéndolo en el futuro, ya que, a pesar de que la definición propuesta es enormemente amplia, su carácter cualitativo deja un amplio margen a la evolución del concepto por la vía cuantitativa, tanto por catalogación de nuevos compuestos químicos y biológicos a incluir en el mismo, como por el establecimiento de límites de emisión cuantificables y cada vez más estrictos.

Con referencia a las modificaciones que han experimentado los objetivos del saneamiento, desde el inicio de su práctica moderna hasta la situación actual, en función de las necesidades sociales, cabe distinguir tres etapas:

Primera etapa: Protección sanitaria

En esta primera etapa, el objetivo del saneamiento se centra, primeramente, en la protección de la salud pública frente a las impurezas presentes en el agua de abastecimiento debidas a los vertidos producidos por las actividades humanas y, posteriormente, se complementa con la evitación de las molestias olfativas y visuales que originan aquéllos en los cursos de agua.

Consecuentemente, cuando se introduce el concepto de contaminación (pollution), su definición se basa en su potencial para producir enfermedades y la creación de condiciones ofensivas.

En términos temporales, esta etapa abarca desde el inicio moderno del saneamiento (mediados del siglo xix) hasta la década de los cincuenta del presente siglo.

Segunda etapa: Protección de otros usos del agua

En los años cincuenta, el reconocimiento de los enormes cambios experimentados por la sociedad supone el inicio del reemplazo del concepto anterior de contaminación por el de calidad del agua.

Efectivamente, una serie de factores, tales como el crecimiento de la población y su concentración en los centros urbanos, el mayor consumo per cápita de agua y, consecuentemente, el aumento de los vertidos de agua residual, y la importancia de la industria como gran emisor de contaminación, tanto en cantidad como por la introducción de una amplia gama de compuestos químicos en sus vertidos, tuvieron como consecuencia que el concepto de control de la contaminación, hasta entonces centrado en el objetivo de protección de la salud pública, se desplazara al control con objetivo de proteger los intereses relacionados con los diversos usos del agua, además del tradicional de abastecimiento.

Ello llevó consigo la catalogación de los usos a proteger y una ampliación del concepto de contaminación en función de esos usos, y, como se ha señalado previamente, la introducción del concepto moderno de control de la calidad de agua.

Tercera etapa: Protección del medio ambiente

A medida que se acrecienta el progreso económico, la sociedad experimenta un ansia, cada vez mayor, de conservar y disfrutar de la naturaleza, de manera que se establece la necesidad de preservar la calidad del agua per se, ya que ello comporta el mantenimiento de las condiciones ambientales precisas para la conservación del medio natural en todas sus manifestaciones.

Esta actitud ha supuesto anteponer el control de la naturaleza del recurso al de la del agente causante de su degradación, produciéndose un desplazamiento del objetivo de protección del uso al de protección del propio recurso.

En definitiva, cada una de estas etapas ha supuesto el establecimiento de unos objetivos cualitativos y cuantitativos específicos que han dado lugar a una evolución del concepto de saneamiento y que, consecuentemente, han supuesto la progresiva ampliación de su contenido y el desarrollo y aplicación de técnicas y sistemas cada vez más complejos para conseguir aquellos objetivos.

Para finalizar esta introducción, y poner de manifiesto la interrelación del saneamiento, en su concepción más amplia, con el desarrollo de la humanidad, se transcribe la siguiente cita de Reginald Reynolds (Cleanliness and Godliness, Londres, 1943):

“El saneamiento tiene su propia historia, arqueología, literatura y ciencia. La mayor parte de las religiones se han preocupado por él, la sociología lo incluye en su campo y su estudio es imperativo para el conocimiento de la ética social. El entendimiento de su desarrollo, y retardo, exige conocimientos de sociología, su apreciación completa demanda un sentido estético y el desarrollo económico determina, en gran medida, su crecimiento y alcance… Aquél que se proponga su estudio con objeto de adquirir un conocimiento digno de su magnitud, debe considerarlo desde todos los ángulos y con un ansia de aprendizaje.”

Por razones de limitación de espacio, de su mayor complejidad y del interés que suscita, en lo que sigue, la exposición se centra, exclusivamente, en el segundo aspecto del saneamiento, el tratamiento de las aguas residuales.

Repaso a la historia reciente

La historia del saneamiento tiene sus raíces en la antigüedad, en la que su desarrollo fue motivado por el de las ciudades y centros religiosos o comerciales.

Dejando aparte las realizaciones, nada desdeñables, de esas épocas, y centrándonos en la historia más reciente, es sabido que el saneamiento nace como respuesta a un problema de índole sanitaria.

La industrialización tuvo como consecuencia la masificación incontrolada de la población en torno a los centros de producción, creándose unas condiciones sanitarias absolutamente penosas, las cuales dieron lugar a numerosas epidemias que pusieron en evidencia la conexión entre el estado sanitario del agua de consumo y el desarrollo de enfermedades.

A pesar de que muchas ciudades disponían, desde varios siglos antes, de conductos de evacuación de aguas, éstos se habían concebido, exclusivamente, para drenaje de aguas pluviales, hasta el punto de que en la Inglaterra de principios del siglo xix estaba prohibido verter aguas residuales a esos conductos.

El primer paso para la solución del problema fue la construcción de desagües de los edificios –los cuales, hasta entonces, sólamente disponían, a lo sumo, de pozos negros– y su conexión a los conductos de drenaje, dando origen a los primeros alcantarillados de tipo unitario, sistema que, posteriormente, fue adoptado por la mayor parte de las ciudades.

En 1842 Sir Edwin Chadwick elaboró un informe sobre las condiciones sanitarias en Gran Bretaña en el que se establecía la necesidad de recoger las aguas residuales en un sistema específico de alcantarillado, proponiendo la utilización de conductos de gres y la separación de las aguas residuales de las pluviales, advocando por los sistemas separativos con su célebre sentencia: “El agua pluvial al río y la residual al campo.” A partir de 1847, se estableció la obligatoriedad de conectar los edificios a las redes de alcantarillado.

En definitiva, es a partir de la iniciativa británica, a mediados del siglo pasado, cuando se establecen las bases modernas del saneamiento, específicamente en lo referente al primer aspecto del mismo: la recogida y transporte de las aguas residuales.

Es interesante señalar que este primer aspecto del saneamiento constituye la práctica que durante tantos años después de su instauración ha sido entendida como principio y fin del saneamiento. Tradicionalmente, sanear una población era sinónimo de dotarla de una red de alcantarillado, y en la mayoría de los casos no se hacía mención al tratamiento del agua residual.

Sin embargo, la construcción de las primeras redes de alcantarillado puso de manifiesto que, aunque contribuían a la reducción del número de puntos de vertido, mejorando, evidentemente, las condiciones locales respecto a la situación anterior, se producía una mayor concentración de la contaminación, que, inmediatamente, produjo un agravamiento del estado de los ríos, creando condiciones higiénicas y ambientales inaceptables, por lo que se sugirió la idea de que el vertido de aguas residuales no debería realizarse a aquéllos, sino que debería utilizarse para fertilizar el suelo, con lo cual se proponía el primer sistema de tratamiento y se completaba el anterior concepto de saneamiento, basado en la recogida y transporte del agua residual, con el de su depuración.

De hecho, el tiempo transcurrido entre el mencionado informe realizado por Sir Edwin Chadwick en 1842, en el que se estableció la necesidad de la construcción de las redes de alcantarillado, y el establecimiento de que el sistema adecuado para la evacuación del agua residual no era su vertido a los ríos sino su aplicación al terreno (Sewage Commission, 1863), es sorprendentemente corto.

A partir de este punto, se desarrollan los primeros sistemas de depuración, inicialmente dirigidos a la eliminación de materias sólidas y posteriormente complementados con la de la materia orgánica soluble mediante los tratamientos biológicos, primero los filtros percoladores (1897) y, posteriormente, los fangos activados (1914).

Sin embargo, sería injusto no valorar debidamente lo acaecido desde comienzos de siglo hasta la segunda guerra mundial, ya que la inmensa mayoría de procesos y sistemas que se utilizan en la actualidad fueron concebidos y desarrollados, hasta los límites marcados por la tecnología disponible en su momento, durante ese período, y es de ley reconocer que los procesos y sistemas actuales solamente suponen sobre aquéllos refinamientos de índole hidráulica y tecnológica y que la innovación conceptual ha sido francamente escasa, lo cual constituye un fenómeno digno de ser estudiado, habida cuenta del volumen económico que maneja el sector a nivel mundial.

A mediados de los años cincuenta se inicia un período muy fecundo de investigación y estudio, que se continúa muy activamente en los sesenta, en que se profundiza sobre el conocimiento de los procesos biológicos, se establecen los principios básicos de su funcionamiento y los primeros modelos de los mismos, permitiendo la adopción de criterios de diseño basados en consideraciones de tipo científico más allá de los valores puramente empíricos utilizados mayoritariamente hasta la fecha.

Es la época de las grandes contribuciones de estudiosos tales como Sawyer McCarty, Eckenfelder, etc. (usa); Downing (Gran Bretaña), Wuhrman (Alemania), Von der Emde (Austria), Pasveer (Holanda), etc., por citar algunos de los científicos más relevantes del período.

Podemos decir que a finales de los años sesenta ya se ha desarrollado una base científica considerable en lo que se refiere a los tratamientos biológicos convencionales que, de hecho, ha perdurado hasta nuestros días, aunque, evidentemente, en los años transcurridos se han ido incorporando nuevos matices y refinamientos consecuencia de nuevos logros y descubrimientos y de la aplicación de medios de investigación y desarrollo cada vez más potentes.

En esta época se produce un salto cualitativo en la concepción del objetivo del tratamiento del agua residual, al reconocer la importancia de la eliminación de los nutrientes.

Efectivamente, hasta ese momento, ese concepto estaba centrado, exclusivamente, en la satisfacción de la demanda de oxígeno de la materia orgánica biodegradable. A pesar de que el problema de eutrofización ya había sido identificado por Naumann en 1919 y de que a mediados de los años cuarenta ya se habían efectuado numerosos estudios acerca de la incidencia de los nutrientes sobre el fenómeno, fundamentalmente en lagos, hasta esa época, la eliminación del fósforo y nitrógeno del agua residual no había sido considerada como un objetivo del tratamiento ni de la gestión de la calidad del agua. Históricamente, la adopción de estándares de emisión más restrictivos se había centrado en la dbo5 y, complementariamente, en la transformación de los compuestos de nitrógeno y fósforo en formas inorgánicas más estables, pero no en la eliminación de estos últimos.

Sin embargo, así como la tecnología para la eliminación, por vía química, del fósforo ya era conocida, la de eliminación de los compuestos de nitrógeno no había alcanzado un desarrollo suficiente para su aplicación efectiva y económica a escala industrial.

A principios de los años setenta se produce un movimiento en los eeuu encaminado a la sustitución de los procesos biológicos tradicionales por otros exclusivamente físico-químicos que, en su inicio, parecía suponer un verdadero cambio cualitativo en la concepción de las plantas de tratamiento. Desafortunadamente, esta nueva concepción no tuvo éxito, en parte por la insuficiencia de la tecnología disponible en ese momento, y también porque los costes asociados a esos sistemas eran notablemente más elevados que los de los convencionales.

Conviene matizar que, en esa misma época, la utilización de procesos físico-químicos, como método exclusivo o complementario de procesos biológicos convencionales, estaba extendida en los países nórdicos, aunque las razones de su aplicación en estos últimos no obedecían a la búsqueda de un sistema sustitutorio del proceso biológico, como se había pretendido en eeuu, sino a la necesidad de eliminar los compuestos de fósforo, que daban lugar a problemas de eutrofización en sus aguas receptoras, básicamente lagos o el mar Báltico, caracterizado éste por su carácter cerrado, debido al escaso intercambio con el exterior.

Posteriormente, desde los años ochenta hasta nuestros días, estamos asistiendo al reconocimiento oficializado de la necesidad de eliminación de los nutrientes y al consecuente desarrollo y adecuación de sistemas y procesos dirigidos a la consecución de esos objetivos.

Fig. 1. Estación depuradora de aguas residuales de Montornès del Vallés (Barcelona). Pla de Sanejament de Catalunya.

Fig. 2. Estación depuradora de aguas residuales de Ripoll (Barcelona). Pla de Sanejament de Catalunya.

El desarrollo del saneamiento en España

Los antecedentes

Como tantas otras cosas, la práctica del saneamiento llegó con retraso al país. Salvo algunas excepciones en que se preveía la construcción tanto de redes de alcantarillados como de instalaciones de tratamiento previas al vertido, la práctica totalidad de las estructuras de saneamiento realizadas hasta los años sesenta, se redujeron a la construcción de redes de alcantarillado. El tratamiento de los vertidos no constituyó, inicialmente, una preocupación, probablemente porque la ausencia generalizada de instalaciones adecuadas para el abastecimiento de agua potable, hacía prioritario dirigir los recursos económicos disponibles a paliar la endeblez de las estructuras de este sector.

En cualquier caso, conviene matizar que, con referencia a los países europeos, tan sólo Gran Bretaña y Alemania pueden acreditar una política consistente en este campo hasta los años cuarenta. Sólo a partir de los cincuenta es cuando la depuración de las aguas residuales comienza a tomar carta de importancia en el resto de países europeos, aunque su nivel tecnológico y económico les permite acometer con rapidez la solución de sus problemas.

A mediados de los años sesenta, cuando, a título ilustrativo, en los dos países citados el porcentaje de población conectada a sistemas de saneamiento que incluían el tratamiento primario o secundario de las aguas residuales era del orden del 80%, es cuando podemos situar el inicio de una política estatal dirigida a la solución del problema de la contaminación producida por el vertido de aguas residuales.

¿Cuál era la situación tecnológica de la depuración de las aguas residuales en esas fechas? Evidentemente, la estrella de los procesos de tratamiento era el de los fangos activados. Iniciado en Inglaterra en 1914 por Arden y Lockett, fue experimentando a lo largo de los años desarrollos constantes, provocando el desplazamiento progresivo del sistema clásico de filtros percoladores, de forma que cuando se planteó el problema en España, esta técnica no tuvo predicamento a pesar de constituir un sistema de probada eficacia y economía de funcionamiento que, posiblemente, no merecía tal trato desfavorable.

En el largo camino recorrido desde esa época de inicio hasta la fecha, cabe distinguir las fases que se comentan en lo que sigue.

Fig. 3. Estación depuradora de aguas residuales de Tarragona. Pla de Sanejament de Catalunya.

El despegue

Podemos hablar de una primera etapa cuyo inicio podría calificarse de heroica para las pocas empresas especializadas existentes en el momento, y a las que hay que hacer el honor que se merecen, al haber hecho el esfuerzo de mantener equipos técnicos cualificados y costosos en una época en la que el número de contratos que salían al mercado era muy reducido.

Es la época en que el cedex se constituye como motor de desarrollo, no sólo por razón de asumir las competencias para la resolución de los concursos de construcción de las depuradoras, sino también por su afán en el establecimiento de las bases técnicas imprescindibles para la normalización de proyectos y de las bases de contratación. No se puede olvidar que hablamos de un período que se caracterizaba por la falta de experiencia y oficio provocados por la ausencia de realizaciones, de literatura especializada y de información en general.

Esta falta de experiencia en el proyecto de estaciones depuradoras, tuvo como consecuencia que el método de contratación de las obras adoptado en ese momento por la Administración y que, de hecho, ha perdurado hasta nuestros días, fuera el de “Concurso de Proyecto y Obra”, ya que sólo las empresas especializadas podían garantizar el nivel necesario para acometerlas.

Fruto de aquella preocupación fue la redacción del «Modelo de Pliego de Bases Técnicas para el concurso y ejecución de Obras de Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales», realizado conjuntamente por el cedex y las empresas especializadas del sector, en el que, por primera vez, se establecieron los requisitos mínimos y las bases de diseño de las estaciones depuradoras, constituyendo un documento básico que permitió la iniciación de una política de contratación coherente y homogénea en la totalidad del ámbito estatal.

Lógicamente, las primeras realizaciones no estuvieron exentas de errores, pero paulatinamente se experimentó una mejora progresiva, por razón de la introducción de nuevos conceptos y técnicas que permitieron el abandono de prácticas poco ortodoxas y la formación de técnicos especializados en la materia. Como siempre, la competencia jugó un papel positivo en la mejora de la situación.

Aparte de los problemas intrínsecos derivados de las insuficiencias existentes, tanto en proyecto como en la ejecución de la instalaciones, quizás el problema más relevante de esta fase consistía en la disociación existente entre la Administración central y la local, la cual recibía las plantas construidas por aquélla y con frecuencia carecía de los recursos económicos y, en muchos casos, del interés necesario para la correcta explotación de las depuradoras.

Desde luego, cabe decir que en esta etapa, e incluso durante bastantes años después, el esfuerzo realizado en la construcción de las plantas tuvo poca respuesta en la obtención de resultados adecuados, por razón de la insuficiencia de los aplicados en la explotación de aquéllas.

La consolidación

A lo largo de los años setenta el sector fue experimentando un progreso creciente, que se refleja tanto en el número de edars (Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales) construidas, como en la introducción de nuevas técnicas y la consolidación de la doctrina aplicada en la redacción de los proyectos.

De hecho, puede decirse que a finales de esa década las empresas especializadas disponían de tecnología suficiente, y prácticamente comparable a las de otros países europeos, ya que la mayoría de aquéllas tenían licencias, socios o convenios de colaboración con empresas extranjeras. No obstante, el nivel general de las plantas construidas no puede considerarse equiparable al de las de tales países, fundamentalmente por razones económicas, que tuvieron como consecuencia cierta cortedad en el dimensionamiento de las operaciones y procesos unitarios y, sobre todo, en la insuficiencia de la dotación de las plantas en lo referente a la calidad de los equipos electromecánicos, factor éste que, desgraciadamente, no podemos decir que haya sido totalmente superado en la actualidad.

Fig. 4.  Estación depuradora de aguas residuales de Lleida. Pla de Sanejament de Catalunya.

Análisis de la situación actual

Los aspectos básicos de la situación actual en España pueden resumirse, a juicio del autor, en los siguientes:

1. El desarrollo del mercado ha potenciado notablemente el número de empresas especializadas y, consecuentemente, de profesionales dedicados a este campo, pudiendo concluirse que se dispone de suficiente experiencia para dar respuesta a las necesidades que se plantean en materia de diseño y construcción de instalaciones.

2. La estructura del sistema de contratación imperante –concursos de proyecto y obra– ha significado una gran dificultad para que las empresas consultoras nacionales puedan acceder a los mismos niveles de experiencia y eficacia que acreditan en otros sectores de la ingeniería.

En principio, esta situación no puede calificarse de satisfactoria, ya que ello supone la ausencia del factor independencia en el planteamiento y adopción de soluciones y la multiplicación de los costes asociados al estudio y preparación de ofertas.

3. La multiplicación de Administraciones competentes en la materia ha tenido efectos favorables y otros que no lo son tanto.

En el capítulo de las ventajas hay que citar las derivadas del mayor conocimiento de la problemática local y la posibilidad de agilizar las gestiones necesarias para la resolución de los problemas y aplicación de soluciones más adecuadas a cada caso concreto.

Con relación a las desventajas hay que señalar que la ausencia de una doctrina homogénea de ámbito estatal ha provocado, en el pasado reciente, situaciones confusas, habiéndose asistido a la aplicación de soluciones no siempre adecuadas y al recorrido de caminos que ya eran conocidos y que podían haberse obviado, con el consiguiente ahorro económico y mejora de la eficacia de la inversión.

4. Se echa de menos la existencia de algún tipo de asociación, del tipo de la atv alemana, que fomente el intercambio y desarrollo del conocimiento y posibilite la elaboración de normas técnicas que contribuyan a la homogeneización y difusión de la buena práctica en este campo.

Relacionado con este punto, cabe mencionar el escaso nivel de transmisión de experiencias existente entre los diversos agentes que operan en el sector. Sería muy saludable la promoción de simposiums y seminarios dedicados al estudio de temas y problemas específicos desde una perspectiva puramente técnica, ya que la mayor parte de las actividades de este tipo que se realizan en la actualidad tienen un marcado acento generalista y, en muchos casos, mercantilista.

5. En el capítulo de las carencias o insuficiencias se pueden señalar los siguientes aspectos:

• En términos generales, el grado de calidad de la obra civil, en su vertiente de acabados, no suele estar a la altura del que se proporciona en otros tipos de obra.

• El grado de calidad, tanto en lo referente a la intrínseca de los equipos utilizados, como el de las instalaciones complementarias, puede y debe ser objeto de mejora.

• Sería conveniente poner mayor énfasis, a la hora del diseño de las instalaciones, en los aspectos relativos a su posterior explotación y mantenimiento. La entrada de las empresas que tradicionalmente se habían dedicado al proyecto y construcción, en el mercado de la explotación y mantenimiento, debería dar lugar a un feed-back que se traduciría en una mejora del aspecto señalado.

• La explotación y mantenimiento de las plantas no está a la altura que sería de desear. El origen de esta insuficiencia reside, en parte, en los aspectos señalados anteriormente y, adicionalmente, en la ausencia de una cultura consolidada al respecto y, en muchos casos, en la falta de recursos económicos adecuados, que, como ha demostrado la experiencia, sólo pueden generarse mediante el establecimiento de un canon con carácter finalista.

• La mayoría de Planes Generales de Saneamiento elaborados hasta la fecha no han prestado la debida importancia al destino final de los fangos producidos en las edars, que, a la postre, constituye el aspecto de mayor conflictividad ambiental y social del desarrollo de un plan.

Perspectivas de futuro

Es inevitable una exposición como la presente, sin incluir algún tipo de previsión sobre la evolución futura de la tecnología del sector.

Cualquier opinión sobre el futuro tiene que descansar, forzosamente, sobre lo acaecido en el pasado, ya que la mayoría de las cosas, y entre ellas la técnica que nos ocupa, experimenta modificaciones por vía evolutiva. Ello no quiere decir que, en un momento dado, no pueda surgir un descubrimiento que suponga una concepción radicalmente distinta a todo lo anterior, pero incluso en estos casos, su desarrollo suele comportar un período de tiempo más o menos largo hasta su puesta a punto y su disponibilidad a escala industrial, lo cual ha de ser sinónimo de su economía, ya que de otra forma no es útil para la sociedad.

La mirada hacia el pasado, que se ha realizado de forma tan breve en este artículo, nos ha puesto de manifiesto que la evolución de los procesos y sistemas de tratamiento ha sido muy lenta y, ciertamente, muy poco innovadora. Este aspecto, que quizás se nos puede escapar a los que estamos inmersos en el día a día de nuestra actividad en este campo, ha sido puesto en evidencia, en diversas ocasiones, por personas que acceden a cargos relacionados con la protección del medio ambiente desde otros ámbitos profesionales.

A título de ejemplo, cuando en 1971 Peter Walker fue nombrado Secretario de Estado para el Medio Ambiente en Gran Bretaña, emitió un juicio, calificado de herético por los santones de su época, señalando la inexistencia de cambios fundamentales en la técnica del tratamiento del agua residual desde sus orígenes y la necesidad de abandonar posiciones conservadoras y aplicar nuevas tecnologías. Recientemente, en 1992, poco después de su nombramiento como Conseller del Medi Ambient de la Generalitat de Catalunya, Albert Vilalta, que había trabajado en este campo durante muchos años y que volvía a él después de una ausencia de casi veinte, mostraba su decepción al comprobar que los procesos y tecnologías de tratamiento actuales apenas diferían de aquellos utilizados en su etapa anterior.

En mi opinión, a corto y medio plazo no parece que se vayan a producir cambios realmente importantes en los procesos de tratamiento, y, en consecuencia, los procesos biológicos van a continuar siendo el pilar básico de las estaciones depuradoras, eso sí, más refinados, mejor entendidos, y potenciados por la aplicación de elementos de apoyo cada vez más sofisticados, tales como la modelística y los sistemas informatizados de automatización y control.

Si ello fuera así, y quiero dejar bien patente que me encantaría equivocarme, deberemos seguir aceptando los inconvenientes asociados a estos procesos, en lo referente a sus limitaciones en cuanto a regulación, control y afección por agentes externos, factores que no permiten garantizar un funcionamiento estable de forma permanente.

Sin embargo, tampoco quisiera comunicar una visión excesivamente pesimista. Es evidente que la aplicación de nuevos conocimientos y técnicas más desarrolladas, así como la introducción de métodos de explotación dotados de mayor soporte científico, permitirán reducir, en gran medida, el grado de inestabilidad mencionado.

Con relación al desarrollo de procesos nuevos, que puedan significar una sustitución de los actuales, me inclino por apostar por la tecnología de las membranas. Este tipo de procesos, que se vienen utilizando desde hace muchos años en campos que dan lugar a valores añadidos, tales como la industria o potabilización de agua, y que, por lo tanto, permiten aceptar unos costos comparativamente muy altos respecto a los usuales en el tratamiento del agua residual, entiendo que tienen un futuro enormemente prometedor, ya que han demostrado gran eficacia y garantía de estabilidad y sus posibilidades son prácticamente ilimitadas, y es de esperar que la investigación pueda proporcionar nuevos materiales y sistemas de funcionamiento mucho más económicos, sencillos y, lógicamente, más eficaces en un futuro no muy lejano.