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Ángel Manuel Júlvez Herranz*
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Director del Área de Ingeniería del Ayuntamiento de Zaragoza.
Descriptores: Río y Ciudad, Cauces urbanos, Saneamiento hidráulico, Paseos fluviales, Tratamiento de márgenes, Zaragoza, Ebro, Huerva, Gállego
La interrelación río–zona urbana, en ciudades de mediano y gran tamaño, presenta unas connotaciones típicas de degradación del medio hídrico y su entorno más inmediato que requieren para su corrección una decidida intervención social e institucional. El caso que a continuación presentamos puede considerarse exponente representativo de este tipo de problemas y de los métodos ensayados para su solución.
La situación de Zaragoza respecto a los cauces fluviales, en comparación con la mayor parte de las ciudades españolas, puede considerarse privilegiada. Se encuentra a orillas del Ebro, que aquí, en su cuenca media, presenta altos caudales, y en la misma zona urbana vierten a él el Gállego, procedente del Pirineo, y el Huerva, procedente del Sistema Ibérico.
Las funciones de los ríos, fuentes de agua para la ciudad y el campo y sistemas eficaces de drenaje de residuos, han sido y son, sin duda, vitales para la ciudad.
Sin embargo, la convivencia de las dos entidades, río y ciudad, no ha sido, a menudo, fácil, ni ha estado exenta de fuertes desequilibrios. Es probable que inicialmente los efectos negativos fuesen más intensos para la ciudad, que debió de sufrir en numerosas ocasiones la fuerza avasalladora de las aguas. Pero, posteriormente, la voracidad urbana por los terrenos propios del cauce y el abuso de las posibilidades regeneradoras del río han desnivelado claramente la balanza en detrimento del equilibrio hídrico natural.
El estrechamiento del cauce, su falso encauzamiento provocado por el vertido de desechos sólidos, la desaparición de la flora de ribera, el deterioro de la calidad del agua, la suciedad y la escasa integración urbanística son los problemas más comunes que el paso del tiempo y la extensión de la aglomeración ciudadana han ido acumulando sobre los tramos urbanos de los ríos. A esta problemática, y más bien a los intentos por remediarla, es a la que nos vamos a referir a continuación.
Fig. 1. Zaragoza a orillas del río Ebro. |
Fig. 2. La aglomeración urbana condiciona las posibilidades de la flora de ribera. |
Parece necesario dar una breve reseña de los tres ríos de la ciudad, para encuadrar a continuación en su justa medida las interacciones con ella.
El Ebro se mueve en el fondo del valle de su nombre, que en este punto concreto es naturalmente plano y se presta perfectamente al juego de los meandros, algunos de ellos vivos, otros ya abandonados, otros enterrados por la propia ciudad, y otros, en fin, testigos fósiles puestos de manifiesto por la geotecnia de la zona. Llegado a este punto, el río ya ha recorrido cerca de 600 kilómetros de los 930 de su longitud total.
El Ebro es el río más caudaloso de la Península Ibérica. A su paso por Zaragoza recibe las aguas de una cuenca de 40.434 km2. La aportación media anual en el puente de Santiago (aguas arriba de la desembocadura de sus dos afluentes en Zaragoza) es de 8.000 hm3, que supone un caudal medio de 254 m3/s. Las aguas altas suelen corresponder a finales de primavera y principios de otoño, superando en ocasiones los 4.000 m3/s (4.130 m3/s el 2 de enero de 1961). El caudal correspondiente al período de retorno de 100 años se estima en 4.750 m3/s, y el correspondiente al de 500 años en 5.740 m3/s.
El caudal del Ebro, además de por su importancia, se caracteriza por su irregularidad, con estiajes acusados, en los que llega hasta los 30 m3/s; igualmente son frecuentes los veranos con caudales inferiores a 100 m3/s.
La pendiente del cauce en esta zona es de 0,000538.
El desagüe de este flujo de agua requiere un cauce profundo a su paso por la ciudad, con una anchura variable de 200 a 300 m. Dicho cauce, según el régimen del río, a veces muestra el fondo y a veces parece a punto de ser rebasado.
La terraza aluvial, con cantos, arenas y limos, por donde el río discurre, se presta fácilmente a la erosión y al acarreo de materiales, y de forma aleatoria se producen o bien pozos o auténticas islas con próspera vegetación ocasional.
Por su potencia, el Ebro es, sin duda, el río por excelencia de la ciudad.
Fig. 3. Los meandros del Ebro en el fondo del valle. |
El río Huerva, con una longitud total de 143 kilómetros hasta su desembocadura en plena zona urbana, es el menor de los tres ríos de Zaragoza. Su caudal normal es inferior a un metro cúbico por segundo, y las estimaciones más optimistas de sus avenidas se pueden cifrar en los 50 metros cúbicos por segundo. Su cauce, constreñido y oprimido, se halla totalmente fijado, rebasado y en parte cubierto por la ciudad, en su desarrollo ya histórico hacia el sur y hacia el este.
En la actualidad, y ya en este su tramo final, la mayor parte de las aguas proceden de las usadas por la población limítrofe, y en una buena proporción por las que eliminan los lodos de la estación potabilizadora municipal.
El Gállego acaba, igualmente, su recorrido, de unos 215 kilómetros, en este lugar, al desembocar en el Ebro inmediatamente aguas abajo del continuo urbano de la ciudad. Su caudal es también irregular, con estiajes inferiores a 6 m3/s y avenidas estimadas en unos 1.000 m3/s (año 1960). Las múltiples derivaciones de agua para riego que se llegan a producir a pocos kilómetros de su desembocadura, hacen que su caudal normal sea escaso y esté fuertemente teñido por vertidos de poblaciones y de una gran papelera en la margen izquierda.
Su cauce en esta zona, definido en parte por la presión de la agricultura, salvo en algunos puntos de fuerte incidencia industrial, es plano, errático y todavía con posibilidades importantes en sus márgenes.
La existencia de tierras muy aptas para el cultivo, junto a la posibilidad de regar y un probable paso ocasional favorable de los ríos, es lo que, a nuestro juicio, favoreció la implantación de la ciudad en este enclave. Y éstas fueron sus señas de identidad durante muchos años. Las acequias y el riego, el puente y el río, han sido, sin duda, el motor de la ciudad con anterioridad a la era industrial. Una convivencia naturalmente pacífica salvo en los momentos en que el río, con la fuerza de sus aguas, señalaba claramente sus necesidades mínimas, afectando a puentes insuficientes o inundando asentamientos cercanos o bajos.
Los caudales continuos y con amplias irregularidades de los ríos, favorecían, paradójicamente, ambas actividades de riego y paso. Sin ninguna duda, puede aventurarse que ha sido este carácter de irregularidad el que ha condicionado el futuro del sistema y su situación urbanística actual.
A tal relación ha debido ir acomodándose Zaragoza a lo largo de sus 2.000 años de existencia. Y esta influencia del medio natural ha venido reflejándose en el papel del puente, las cloacas, las murallas, las acequias, los huertos, el abastecimiento de agua, el transporte, los molinos de ribera, la industria maderera, etc., que, junto con la situación estratégica del emplazamiento y la ilusión de las gentes, han posibilitado la realidad actual de la ciudad.
Fig. 4. El cauce plano y de aguas escasas del río Gállego. |
Fig. 5. Los muros dan al río su espacio tridimensional. |
En el pasado, Zaragoza se extendía, básicamente, al sur del Ebro. Se vivía de espaldas al río. En sus aguas se vertían directamente las aguas residuales de la ciudad, y en sus riberas un poco alejadas se vertían ilegalmente escombros. La concentración humana y el volumen de vertidos eran soportados por el río, que, con su fuerza, superaba las agresiones.
Con el paso del tiempo la ciudad ha crecido y la urbanización se ha desarrollado también al norte del Ebro. En estos momentos Zaragoza se extiende en una longitud aproximada de seis kilómetros a lo largo de ambas orillas del Ebro, y de unos siete kilómetros sobre las del Huerva.
Con el incremento de la población, se han alcanzado los 600.000 habitantes, y las nuevas actividades han aumentado la presión sobre el río de tal forma que en ocasiones normales es ya incapaz por sí solo de recuperarse.
El cauce del Ebro en este tramo urbano se presenta fijo, en muchos puntos estrechado, y siempre hundido y, diríamos, distante del contexto ciudadano. Para ver sus aguas, normalmente, hay que acercarse y, más bien, asomarse. La aproximación espacial de la ciudad al río es un hecho incuestionable, producto quizá de una atracción ancestral y de la batalla continua para ganar metros al agua; terrenos disputados, en origen públicos, o al menos del río, y no siempre bien defendidos ni por la naturaleza ni por la Administración en su momento.
Como consecuencia, nos encontramos con un cauce justo, más bien estrecho para las necesidades hidráulicas, con orillas de anchura menguada y casi siempre abruptas o escarpadas. Incluso su trazado original ondulante aparece aquí enderezado en una adelgazada y artificiosa recta urbana de manifiesta tensión.
En esta situación de acotamiento del río, las alturas de las avenidas, al principio históricas, luego centenarias y ahora de quinientos años, son las que han ido marcando el nivel de la ciudad, por aproximaciones sucesivas antes y por resultados estadísticos convenidos en el presente.
Ello hizo que en tiempos pasados –siglo xix y aún épocas más próximas– la solución socialmente idealizada para el río fuese la canalización, concretada en robustos muros de ribera. Los muros daban al río su espacio tridimensional justo para pasar, tanto en épocas altas como bajas, y a la ciudad le definían su superficie, siempre alta, al resguardo de las avenidas. Así –es de suponer–, se construyeron los muros de la margen derecha en la parte antigua, tras el Pilar y a lo largo de Echegaray y Caballero, y también este motivo de defensa fue el origen del muro de la margen izquierda aguas arriba de la ciudad. Los muros proporcionaban a continuación el modelo urbanístico claro a seguir: viario longitudinal y conformación de una fachada de la ciudad que nunca ha sido principal, sino más bien trasera y alejada.
Esta misma necesidad estuvo en el origen de las motas, verdaderos diques de tierra en zonas agrícolas, y en el recrecido, casi siempre consentido, de las márgenes periurbanas con vertidos de desechos sólidos.
Con posterioridad, los planes urbanísticos también han tenido su modo peculiar de tratar el río. Se utiliza como elemento estructurante, por razones obvias, dada la potencia del Ebro, pero en modo alguno se aborda el problema de su espacio vital, de la ecología de sus márgenes y de la relación con la ciudad. La deficiente topografía parcelaria y su incorrecta utilización altimétrica han contribuido igualmente a acentuar este cerco al río.
Parece claro que en momentos anteriores las premisas de desarrollo, de defensa de la ciudad y aun de dominio de la naturaleza eran otras muy distintas a las actuales, y en función de las mismas se actuó y hemos recibido unos resultados.
La preocupación por definir el río para llegar a respetarlo es reciente, y constituye, sin duda, un buen empeño, del cual ahora se tiene más conciencia a todos los niveles.
La situación real, mientras tanto, es que ahora el río es hasta difícil de enseñar. Es, sin duda, uno de los elementos más singulares de Zaragoza, pero carece de márgenes que ofrecer a la vista y deleite de turistas o paseantes. Excepto dos zonas muy concretas, arboleda de Macanaz, en la margen izquierda, y zona verde recientemente creada en el barrio de la Almozara, las orillas del río están pendientes de cuidados y tratamientos, cada vez más urgentes, que adecenten los escasos espacios marginales disponibles entre viarios y agua. Espacios que ya en varios tramos se han perdido para el uso público y libre en beneficio de instalaciones deportivas creadas al abrigo de los sotos naturales del cauce.
Fig. 6. Acotamiento y canalización del río.
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Fig. 7. Espacios perdidos para uso público. |
Dos aspectos del río son básicos para la ciudad: ser fuente de agua, tanto para beber como para regar, y ser medio eliminador de desechos, en menor medida sólidos y en mayor proporción líquidos.
A través del Canal Imperial de Aragón, derivado del Ebro a la altura de Tudela, la ciudad consume 3 m3/s para el abastecimiento de la población. El resto, hasta los 30 m3/s de la dotación nominal del Canal, se distribuye generosamente sobre los campos de la margen derecha del río.
A esta función, esencial para la ciudad, se une la no menos importante de drenar hacia el mar las aguas pluviales de la cuenca y las aguas residuales urbanas.
Hasta hace bien poco las aguas residuales de Zaragoza se vertían directamente al río. En régimen normal, el Ebro ha sido capaz de soportar estos vertidos gracias a su importante caudal y su consecuente gran capacidad de dilución y de autodepuración. Sin embargo, los efectos degradantes y acumulativos en las zonas inmediatas siempre han sido patentes, y en ocasiones, insoportables.
El problema del saneamiento del río, no obstante, ha sido acometido por la Administración municipal de forma decidida, y en estos momentos se puede afirmar que el 90 % de las aguas residuales de la ciudad se depuran, con lo cual este tema ha dejado de ser un obstáculo insalvable para convertirse en una corta lista de pequeños problemas puntuales pendientes todavía de una solución complementaria relativamente sencilla.
Parece necesario dejar constancia aquí de esta cuestión, tanto tiempo condicionante de la morfología urbana. Durante casi 2.000 años un solo puente, en el mejor de los casos, ha unido las dos márgenes de la ciudad. Puente histórico, largo tiempo de tablas, como así se ha transmitido en su nombre hasta nuestros días, y a partir del siglo xv-xvi, de piedra, fábrica imponente recientemente restaurada. Su paso era casi obligado para atravesar el valle del río. Obra ingente, sin duda, para la tecnología de entonces, que muchas veces se vino abajo como consecuencia del agua y que con esfuerzos verdaderamente titánicos se volvía a levantar.
A partir del siglo pasado las acuciantes necesidades de comunicación, primero del ferrocarril y luego urbanas, así como las nuevas posibilidades constructivas, hacen que los puentes sobre el río se vayan sucediendo. De forma resumida, esta podría ser una cronología de los puentes de la ciudad:
• ¿ ? – 1700: Alcántara – Puente de Tablas.
• 1437 – 1700: Puente de Piedra.
• 1870: Puente del Ferrocarril (metálico)
• 1890: Puente del Pilar o de Hierro.
• 1944: Reforma del puente del Ferrocarril (hormigón armado).
• 1967: Puente de Santiago (hormigón armado + pretensado).
• 1969: Puente Nuevo del Ferrocarril, aguas abajo de la ciudad (prefabricado).
• 1978: Puente de la Autopista (prefabricado)
• 1987: Puente de la Almozara (reconversión del puente del Ferrocarril en puente urbano).
• 1989: Puente de Las Fuentes (voladizos sucesivos).
• 1991: Nuevos puentes junto al puente del Pilar.
Todavía hay programados tres puentes más sobre el Ebro, que, con toda probabilidad, se ejecutarán en esta década, con lo cual el paso del río habrá dejado de ser un problema de referencia constante para la ciudad.
Fig. 8. El río, fuente de agua para beber. |
Fig. 9. Puente de piedra: Fábrica imponente recientemente restaurada. |
El Huerva, por su fragilidad en comparación con el Ebro, ha aguantado en menor medida el envite de la ciudad. Se podría decir que el desarrollo urbano lo ha soslayado y lo ha desbordado, trazándose un nuevo tejido urbano sobre él, cubriéndolo, es decir, eliminándolo de la escena urbana cuando ha sido necesario. Este es un proceso irreversible, y se puede afirmar que existen todavía tramos del río con clara vocación de ser cubiertos. La existencia del río grande ha hecho olvidar y postergar al pequeño.
Los tramos urbanos descubiertos vuelven a presentarse hundidos –entre seis y ocho metros con relación al viario–, estrechos y abarrancados, y en sus abruptas márgenes subsiste una limitada flora, en recesión evidente.
Escasa, por tanto, puede considerarse su integración en la vida urbana, excepto en los pequeños tramos que bordean el parque Primo de Rivera y el parque de Bruil.
Únese a la dificultad territorial expuesta el vertido de aguas residuales esporádicas, que, en proporción al caudal, es relevante, y la dificultad añadida de corregir estos vertidos, dada su imbricación con la trama urbana de la ciudad.
La necesidad inmediata del río es, por tanto, la depuración de sus aguas. Su posible integración en la ciudad pasa por el ajardinamiento de las escasas márgenes naturales, e incluso por la prolongación de su cubrimiento en algunos lugares concretos difícilmente accesibles, que pueden, de otra forma, prestarse a utilizaciones marginales no deseables.
Es muy distinta la situación del Gállego en la ciudad a la de los otros dos ríos. Discurre por un ámbito periurbano en una buena parte todavía agrícola, y, excepto en puntos concretos de paso o cercanos a implantaciones industriales, todavía no ha sido sometido a un fuerte agobio territorial.
En el Gállego, por lo tanto, caben actuaciones de amplio contenido de ordenación de márgenes, y así se contempla desde diversas administraciones.
El punto negro del río es, sin duda, la calidad de sus aguas. Llega el río a las proximidades de la ciudad casi exhausto, después de atender a los abundantes regadíos de sus terrazas, y todavía debe abastecer, a menos de 10 kilómetros de su desembocadura, a la concesión de la Acequia de Urdán, con lo cual se queda prácticamente seco. La situación se agrava porque casi inmediatamente aguas abajo se produce el vertido de una papelera, que vuelve completamente marrón el escaso caudal que llega hasta el Ebro.
Este, el de la calidad de un caudal ecológico mínimo, es uno de los problemas pendientes y más graves de resolver. De forma simultánea sería precisa una política inmediata de protección del amplio cauce natural (deslindes, regulación de extracción de áridos, etc.) y la realización de un amplio programa de plantaciones y recuperación de riberas.
Fig. 10. El paso del río. Nuevo puente del Pilar. |
No es de extrañar, tal como se ha descrito la problemática de los cauces en la ciudad, que la atención se haya dirigido, fundamentalmente, al Ebro, y a él nos vamos a referir con especial énfasis en lo que sigue.
El despertar de la conciencia social al problema del Ebro puede considerarse reciente. Y aún se puede decir que dicho problema está pendiente de una correcta formulación.
Las necesidades de siempre, centradas en el paso del cauce y el saneamiento de sus aguas, han desaparecido, y ahora es necesario abordar su tratamiento urbanístico, con objeto de integrarlo de forma armoniosa en la ciudad.
Ante todo hay que señalar la falta de planteamientos globales para el río, siendo, por el contrario, numerosos los intentos de acercamiento a los diversos aspectos que en él confluyen.
Quizá la multiplicidad de competencias que concurren en el curso fluvial contribuyen a dificultar una actuación integral. Sobre él tienen atribuciones administrativas la Comisaría de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Ebro, fundamentalmente en aspectos de policía y saneamiento, la Diputación General de Aragón, en sus márgenes, y el Ayuntamiento de Zaragoza, como titular del territorio municipal por donde discurre. Esta dificultad, puesta de manifiesto recientemente, con ocasión de la reparación de un tramo de muro colapsado, parece, sin embargo, haberse superado con el establecimiento de programas más amplios, que más adelante comentaremos.
Igualmente, por parte de colectivos ciudadanos y diversos profesionales se han tomado iniciativas de sensibilización social y participación pública para aportar ideas y propuestas de mejora.
Aun corriendo el riesgo de olvidar actividades notables, fundamentalmente de concienciación, propiciadas por entidades ciudadanas, creemos oportuno señalar las siguientes actuaciones institucionales, que recogen los planteamientos más genéricos sobre el tema.
Fig. 11. La recuperación de las orillas del Gállego. Un plan en marcha. |
Plan de Saneamiento Hidráulico
Es necesario dejar constancia del gran esfuerzo de la ciudad en este sentido. La ejecución de la depuradora de La Almozara (año 1989), con presupuesto de 890 millones de pesetas, y de la depuradora de La Cartuja (año 1993), con presupuesto de 22.000 millones de pesetas, así como la prolongación de los colectores de ambas márgenes del Ebro, han permitido tratar, aproximadamente, el 90 % de las aguas residuales de la ciudad. Se ha dado así cumplimiento por adelantado a la Directiva Comunitaria 91/271 CE del Consejo de 21 de mayo sobre tratamiento de aguas residuales urbanas. Con ello se han eliminado los grandes vertidos en la zona urbana. Las manchas en las aguas y los olores indeseables han desaparecido.
Es posible, igualmente, que hayan emigrado las gaviotas que acudían con frecuencia a los puntos de vertido no depurados, pero, sin duda, la mejora de la calidad del agua en la ciudad y en los términos municipales de aguas abajo ha compensado con creces tal pérdida.
Se abre con tal mejora un período de reacomodo de especies vegetales y animales a las nuevas características del agua y, a la vez, se posibilitan ampliamente los usos recreativos y deportivos del cauce.
La nueva situación hace más factible la realización de una ambiciosa mejora urbanística muchas veces apuntada, como es la regulación de la lámina de agua del río a su paso por la ciudad. Se trataría de crear una o varias represas en el río, para obtener una superfice mojada uniforme y un calado fiable para realización de actividades náuticas.
Siempre subsistirá el problema de la decantación de materias en suspensión, del depósito de acarreos y de erosiones localizadas, propios todos ellos de un río en ocasiones caudaloso y de las características geomorfológicas de la cuenca drenada.
Actuaciones medioambientales. El galacho de Juslibol
El Ayuntamiento de Zaragoza ha venido ejerciendo una actividad constante sobre diversos aspectos del río, tendente a mejorar su conocimiento y materializar realizaciones, en algún caso modélicas. Como actuación preferente hay que resaltar la efectuada en el denominado galacho de Juslibol.
Se aplica el nombre genérico de galachos a los meandros abandonados del río que son todavía alimentados a través del subálveo o a través de brazos sin salida, y que son soporte de una abundante flora y fauna locales. En el galacho de Juslibol, situado aguas arriba de la ciudad, ha concurrido además durante años el proceso de extracción de áridos, con lo cual las cubetas y lagunas se han multiplicado, favoreciendo el papel ya mencionado de zona húmeda. Durante varios años, por parte del Ayuntamiento, se ha llevado a cabo una labor constante de recuperación y preservación del paraje que le ha permitido incluirlo en programas medioambientales de la Unesco. El cuidado de este entorno, su acercamiento a los ciudadanos y los planes de extensión y consolidación para el futuro hacen de esta actuación un modelo de tratamiento del río en medio no urbano.
Igualmente hay que destacar la implantación de una red de control de la calidad del agua del río. Se trata de una experiencia pionera en España sobre medición en continuo de diversos parámetros (oxígeno disuelto, conductividad, potencial redox, temperatura, pH y turbidez), cuyo fin fundamental es el conocimiento de la evolución del propio río.
Fig. 12. Galachos: meandros abandonados alimentados de agua. La gran riqueza ecológica. |
La necesidad de plantear soluciones de carácter más integral llevó en 1989 al Ayuntamiento a convocar un importante Concurso Nacional de Ideas sobre el río, fijando como primer premio, independiente de posibles trabajos posteriores, la notable cantidad de 5.000.000 de pesetas, así como cinco accesits de 500.000 y un premio especial de 2.500.000. En la presentación del concurso se resaltaron las ideas de recuperar un corredor natural, dignificar el espacio urbano y resolver los límites del tejido residencial. Estas ideas se resumen bajo la acepción de soluciones urbanísticas-arquitectónicas en la nota de publicación del concurso.
Los objetivos del concurso se concretaban en la necesidad de coordinar aspectos concurrentes relativos al funcionamiento hidráulico (inundabilidad, defensas, etc.), utilización pública de las orillas (paseo del margen y carril bici) y posibilidades paisajísticas del cauce (tratamiento vegetal, urbanización, borde de la ciudad). Estamos, por tanto, ante un intento loable de tratamiento global del río en el ámbito urbano.
La participación fue numerosa, y los lemas de los trabajos no pueden ser más sugerentes: «Río Ebro», «Interrota», «Elaíos-Iberus-Ebro», «Campo de Auger», «La Vía Láctea», «Gran Canal», «Asimétricas», «Bellasombra», «César», «Zaragoza tu río», y «Eje».
La dificultad de la misión abordada se hizo patente en las decisiones del jurado, que acordó dividir el primer premio entre dos soluciones, «Interrota» y «Eje», que propugnaban diversos planteamientos contradictorios. En la primera se premiaba el trabajo imaginativo, calificado en parte como utópico, plasmado de forma relevante en líneas de transporte regulares de vaporetos y en un amplio programa de equipamientos sociales. En la segunda solución se premiaba la racionalidad concretada en el intento de poner orden en la confusión que apreciaba en las riberas. Fundamentalmente ha sido esta dualidad, unida quizá a un tratamiento excesivamente téorico, la que ha impedido obtener un rendimiento provechoso de estas ideas, que permanecen, no obstante, como intento válido y referencia constante para posteriores actuaciones.
Convenio MOPT–Ayuntamiento de Zaragoza
Un paso más, y éste muy importante, en el proceso de acercamiento de la ciudad al río, lo constituye el convenio de colaboración firmado entre la Administración estatal y la municipal el 23 de abril de 1993 para invertir 1.500 millones de pesetas, procedentes de fondos comunitarios, en la recuperación, limpieza y reforestación de ambas riberas del río Ebro, de un tramo final del río Huerva, de la zona urbana del Canal Imperial de Aragón y de una parte del cauce del Gállego. La inversión, concretada en el convenio en la actuación en una serie particularizada de tramos, se realizará en tres años, y más de las dos terceras partes del presupuesto total se destinarán al Ebro.
Para la realización de los trabajos, el Ayuntamiento aportará los estudios y proyectos de las obras a realizar, y la Confederación Hidrográfica del Ebro será el órgano encargado de realizar las obras, como mandatario de la Dirección General de Obras Hidráulicas del mopt. Todo ello, por supuesto, sobre la base de unos criterios operativos concertados entre ambas administraciones.
El convenio, por lo tanto, aborda una de las cuestiones fundamentales y más visibles del río, como es la de las orillas, y traza un plan posibilista, sustentado en una notable consignación económica. Los criterios de actuación se derivan, sin ninguna clase de duda, de los tres objetivos señalados: limpieza, reforestación y recuperación de márgenes.
Fig. 13. Utilización ocasional de zonas inundables. |
La limpieza, deuda inexcusable de la ciudad con el río, lleva incluso a la eliminación de pequeños vertidos de aguas residuales que todavía subsisten. En este sentido, se está proyectando la elevación de aguas residuales del barrio de la Almozara para su incorporación al colector de margen que los conducirá a la depuradora de La Cartuja.
La apuesta posterior es, claramente, por un río verde. Indudablemente, los trabajos más o menos teóricos anteriores, las campañas de concienciación ciudadana y, por supuesto, la sintonía con los manifiestos ecológicos internacionales han sentado como base de partida, sin otros planteamientos alternativos, la de un tratamiento blando y verde para las orillas del río.
El otro aspecto fundamental de los proyectos que se llevan a cabo es el del acercamiento del ciudadano –ya no hablamos de ciudad sino de las personas– al río.
Todo ello sin olvidar en ningún momento las necesidades del caudal continuo y las distintas cotas alcanzadas en avenidas normales o extraordinarias.
Vuelven a aparecer, por tanto, tres de las ideas que ya se hicieron patentes como objetivos en el Concurso de Ideas de 1989:
— Régimen hidráulico del río.
— Tratamiento vegetal de márgenes.
— Utilización pública –ciudadana, más bien– de las orillas.
La actuación, en una primera fase, se ha centrado en la margen derecha del Ebro. La orilla susceptible de tratamiento es, normalmente, estrecha, excepto en tres lugares concretos, y fluctúa entre las cotas de aguas bajas y la urbanización superior y longitudinal de la ciudad. Es decir, se cuenta con un espacio expuesto en parte a las aguas normales y casi siempre situado por debajo de la cota de máximas avenidas, tanto de 100 como de 500 años. Hay que partir, por lo tanto, del hecho de la inundabilidad de las obras que se efectúen, con frecuencia variable según su altura. Esta situación condiciona, por tanto, de entrada, materiales y diseño de las soluciones urbanísticas.
Como premisa básica se ha partido de situar los elementos urbanísticos estables por encima de la cota correspondiente a la avenida máxima anual, que puede evaluarse en 1.600 m3/s. Por debajo de esta cota se efectuarán sólo labores de limpieza y regeneración de orillas, que pueden, incluso, permitir una utilización ocasional, pero, en todo caso, respetando las necesidades y alteraciones naturales del río.
Por encima de la cota señalada, y para materializar los objetivos expuestos, se pretende realizar un corredor continuo a lo largo del río, apto para peatones/paseantes y bicicletas. Con anchura variable de cuatro a cinco metros y una pendiente longitudinal de 0,5 por mil, se irá adaptando a la geometría disponible. Su materialización será, en todo caso, ligera, compuesta por bordillos y pavimento de arena, y dispondrá de abundante arbolado y bancos. También se ha optado por disponer alumbrado en toda su longitud, pensando que este servicio posibilitará una mayor utilización del corredor, lo cual puede compensar el esfuerzo necesario para la conservación de estas instalaciones situadas en cotas ocasionalmente inundables.
El corredor que se proyecta se conecta en diversos puntos al viario de la ciudad, para mejorar su accesibilidad, y en otras zonas concretas se abre en espacios de estancia y descanso equipados con diverso mobiliario urbano.
La continuidad del corredor será total en esta margen derecha, desde aguas arriba de la zona urbana hasta alcanzar los muros que delimitan el cauce en la parte antigua de la ciudad. En esta zona delimitada por muros, el cauce es lo suficientemente estricto para imposibilitar el alojamiento del corredor dentro de su límite, de manera que el mismo deberá considerarse prolongado por la acera colindante del río, tanto para paseantes como si se considera importante para bicicletas.
Un tratamiento especial se ha previsto para las zonas amplias que aparecen en varios puntos en esta orilla. Se plantea para las mismas un diseño escalonado que paulatinamente desciende hacia las aguas. Las áreas superiores se acondicionarán como espacios ajardinados, con aire totalmente urbano, mientras que en la zona baja se continúa el modelo antes indicado. La mayor amplitud existente posibilita, igualmente, la ubicación de kioscos, con finalidad doble, bar–servicios, y con la pretensión de potenciar la utilidad de estos agradables espacios de ribera. Las zonas verdes así creadas pueden constituir un verdadero nexo de unión entre la parte antigua de la ciudad, necesitada de tales superficies, y el río, antes inaccesible.
Tal como se ha dicho, esta es la primera fase de las actuaciones previstas en el convenio de colaboración acordado entre mopt y Ayuntamiento, que afecta también a los otros cauces de la ciudad.
En el Huerva se está trabajando en el proyecto del futuro Parque del Canódromo, superficie de unos 13.000 m2, actualmente degradada, y que será el inicio del Parque Lineal del Huerva, que se desarrollará a lo largo de un kilómetro, aproximadamente, que es lo que resta hasta la desembocadura del río en el Ebro. Esta amplia zona, situada toda ella en la margen derecha, es la que presenta más posibilidades de recuperación y de utilización vecinal. El tratamiento vuelve a ser, de nuevo, blando y verde, y prevé extensos espacios aptos para utilización de paseantes, ciclistas y amantes de terrazas y zonas infantiles. Se limpian y reforestan las orillas del río y se potencia la accesibilidad con una pasarela desde la margen opuesta.
El convenio firmado, por lo tanto, abre una línea fructífera de actuaciones centradas en aquellos lugares más sensibles de los cauces. Puede ser un buen principio para ir abordando con posterioridad las amplias áreas fluviales de Zaragoza.
A pesar de que todavía estamos ante unas jornadas “non natas”, nos parece interesante referirnos aquí a este acontecimiento, previsto para el futuro inmediato. El objetivo final de las mismas es el conocimiento del río, la definición de una metodología de trabajo para abordar sus diferentes aspectos y, en última instancia, reflexionar sobre el tipo de río que queremos transmitir a la posteridad. Se trata, por tanto, de plantear la problemática integral del río con una visión que trasciende el momento coyuntural actual.
Como punto inicial para las jornadas se partirá de una visión multidisciplinar del río, analizada desde los diferentes servicios técnicos del Ayuntamiento de Zaragoza. Las circunstancias históricas, sociales, hidráulicas, medioambientales, urbanísticas, arquitectónicas, lúdicas, de comunicación, saneamiento, etc., que concurren en la situación actual y deberán tenerse presentes para el futuro, se recogen en estos planteamientos previos que de forma resumida se reúnen en una propuesta inicial. Esta propuesta podrá servir de punto de partida de un debate y discusión posterior abiertos a una amplia participación profesional y social. Como resumen, enunciaremos los principios generales de esta propuesta inicial:
1. Carácter público del río. Regulación de usos, espacios y funciones.
2. Respeto al río como entidad viva. Eliminación de agresiones y potenciación de posibilidades.
3. Integración del río en la ciudad y en el territorio. Tratamiento de las fachadas urbanas.
4. El Ebro como nexo de unión. Papel de eje vertebrador, no divisorio.
5. Consenso sobre el Ebro. Actuaciones coordinadas de todas las fuerzas sociales.
Estamos, por lo tanto, ante un ambicioso programa, que posteriormente se pretende concretar en una metodología de trabajo que abarque el cauce, riberas, ciudad y territorio. Y todo ello con el convencimiento de que es necesario cambiar la actitud colectiva acerca de la actual relación ciudad–río.
Por último, es de justicia reseñar las intensas actividades que diversos colectivos ciudadanos vienen realizando con objeto de lograr una mayor concienciación social del problema.
Patrocinadas, igualmente, por la Administración son las campañas sobre «El Ebro y sus riberas». En este año se ha celebrado la tercera, y están dirigidas a la población en general y colectivos vecinales escolares. Su objetivo se centra en recuperar el río y en su reencuentro con el ciudadano a través de una amplia participación.
A dicha concienciación contribuye, en primer lugar, la propia Administración municipal, como lo muestra claramente la hermosa edición reciente del libro «El río Ebro y sus orillas», que recoge la culminación de un certamen de cuentos promovido por el Servicio de Medio Ambiente durante el curso 1987-1988 y en el cual participaron más de dos mil jóvenes de cuatro a catorce años, con cuyos profesores se habían organizado previamente cursos de orientación.
Estamos, por tanto, asistiendo a un despertar múltiple de inquietudes, movidas, en definitiva, por un único fin: recuperar y preservar el río Ebro como bien único y patrimonio común de la sociedad.
Sería inútil pretender aquí, como colofón, dejar definidas unas líneas maestras de actuación sobre los ríos urbanos para resolver su problemática específica. Esta problemática, así como la sensibilidad social que la considera, son lo suficientemente complejas como para que el acercamiento a los distintos aspectos del río se deba realizar con una abierta predisposición a aprender y con una clara intención de desarrollar actuaciones socialmente compartidas.
Las soluciones, las múltiples actividades que se pueden desarrollar de forma directa en el cauce y de forma más diferida en el entorno urbano para lograr una integración armoniosa del río y la ciudad, serán, casi siempre, costosas y, en ocasiones, de lejana consecución. Para lograr tal fin, parece razonable no olvidar en ningún momento estos principios básicos:
— Es necesario respetar el río, considerándolo como un bien público y único.
— Es preciso que instituciones y ciudadanos sean conscientes del valor, fragilidad, necesidades y posibilidades del río.
— Es preciso profundizar en el estudio del río, planteando análisis y soluciones dentro de un marco global.
— Es necesaria la intervención económica institucional que vaya dando respuesta paulatina a aquellas necesidades más prioritariamente sentidas por la ciudad.