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Francesc Giró*
Licenciado en Biología. Cap de Secció d‘Ecologia Aplicada. Direcció General de Patrimoni Natural. Departament de Medi Ambient. Generalitat de Catalunya.
INTRODUCCIÓN |
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DESCRIPCIÓN |
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LAS GRAVERAS COMO ESPACIOS NATURALES |
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OBJETIVOS DE LA RESTAURACIÓN |
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PLANIFICACIÓN DE LA RESTAURACIÓN |
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CONSIDERACIONES FINALES |
Descriptores: Graveras, Humedales, Restauración, Conservación, Espacios naturales
Entendemos por “graveras húmedas” aquellos huecos producidos por las extracciones de áridos que, temporal o permanentemente, afectan al nivel freático de modo que aparece una lámina de agua. La mayoría de estas extracciones se localizan en las terrazas fluviales donde hay depósitos de grava y arena.
Hasta hace muy pocos años las graveras eran espacios marginales a menudo rellenados con escombros, basuras y todo tipo de residuos. Cuando las extracciones se localizaban en terrenos agrícolas ricos, rápidamente eran restauradas con materiales inertes.
Actualmente, la legislación sobre actividades extractivas obliga a la restauración de estos huecos. Casi siempre, ésta consiste en el relleno del hueco y en la posterior reconversión de la zona en terreno agrícola o bien en plantaciones de chopos.
En España estas restauraciones son muy recientes y hay muy pocas experiencias. Una de las primeras es la gravera de Arganda del Rey, en la cuenca del Jarama (Madrid). En Catalunya, las primeras restauraciones de este tipo son la de Mas Margall, en Avinyonet de Puigventós, y la de La Bóbila, en Santpedor, ambas subvencionadas por la Direcció General de Patrimoni Natural del Departament de Medi Ambient.
Las graveras húmedas representan una gran oportunidad, y al mismo tiempo un reto, para las administraciones, empresas y grupos conservacionistas, que pueden hacer de estos espacios, en principio marginales, humedales de apariencia natural, con un gran valor desde los puntos de vista ecológico, pedagógico, recreativo y paisajístico. El potencial está ahí, y para desarrollarlo sólo hace falta un poco de imaginación y el diálogo entre las compañías mineras, ayuntamientos, administraciones autonómicas y grupos conservacionistas, con el asesoramiento de técnicos y especialistas en el tema.
En este artículo se hace una breve descripción de las graveras, para a continuación comentar las posibilidades que tienen como espacio natural, dándose luego algunas recomendaciones sobre cómo restaurar y manejar estos espacios para conseguir un máximo rendimiento. Finalmente se dan algunos consejos sobre cómo planificar este tipo de restauraciones.
Fig. 1. Gravera del sur de Inglaterra, manejada como reserva natural. |
Aunque la mayoría de las graveras pueden llegar a tener una apariencia similar, puesto que la colonización por parte de la vegetación palustre es parecida a la que se da en bancos de arena y grava en los ríos de poco caudal, según el clima y la vegetación existente en la zona, predominarán unas u otras especies.
Una vez concluido el proceso extractivo, o incluso durante el mismo, se inicia la colonización por parte de la vegetación. En primer lugar aparecen las especies oportunistas de medios palustres, como la enea (Typha angustifolia), algún junco (Scirpus holoschoenus) y una variedad de especies propias de ambientes ruderales y nitrófilos (Inula viscosa, Salsola kali, Chenopodium sp., Portulaca oleracea, Sysimbrium sp., etc.), en los taludes.
Lentamente van llegando otras especies, y los sauces y chopos empiezan a crecer. Aparece el carrizo, que ocupará las orillas más ricas en limos, y, al cabo de unos años, pueden aparecer árboles, como los alisos (Alnus glutinosa), fresnos (Fraxinus sp.) y otros. En zonas áridas y con suelos pobres, el árbol que mejor se adapta y que coloniza bastante bien es el tamariz (Tamarix gallica).
Paralelamente a la colonización por parte de la vegetación, se produce la de la fauna. En los primeros estadios tendremos explosiones poblacionales de invertebrados acuáticos, que rápidamente serán explotados por las aves.
Algunas aves prefieren una gravera abierta, con poca vegetación, como los chorlitejos chicos (Charadrius dubius), los aviones zapadores (Riparia riparia) y los abejarucos (Merops apiaster), entre otras. A medida que la vegetación va cubriendo las orillas, irán llegando nuevas especies, como carriceros, escribanos, fochas, y más adelante, cuando los árboles crezcan, aparecerán los pájaros moscones, picos y otras especies.
Las graveras como espacios naturales
Recientemente, y debido a la destrucción de los humedales naturales, el valor conservacionista de las graveras en gran parte de Europa está creciendo, puesto que algunos invertebrados y plantas son cada vez más raros en algunas zonas del continente. El hecho de que las graveras se sitúen en su mayoría en terrazas aluviales, aisladas de los ríos, hace que, en general, la mayoría tengan un agua relativamente limpia, con lo que hay toda una serie de plantas y animales que pueden colonizar estos ambientes, y no, en cambio, los ríos o humedales contaminados.
Aunque sólo unas cuantas graveras son tratadas exclusivamente con fines de conservación de la naturaleza, muchas otras, que son diseñadas y utilizadas para otros fines, siguen teniendo un interés para la vida silvestre. Las graveras son lugares ideales para ser convertidos en espacios naturales, ya que, a partir de un ambiente degradado, se puede crear en pocos años una buena variedad de hábitats acuáticos y terrestres. Esto nos da una oportunidad única, ya que estas explotaciones, una vez restauradas, pueden ser utilizadas con fines educativos, reduciendo la presión sobre otras zonas naturales más sensibles.
Puesto que las graveras son cada vez más numerosas, pueden convertirse en campos de experimentación sobre gestión de zonas húmedas y proyectos concretos de conservación de animales o plantas de estos hábitats, por otra parte cada vez más raros en sus ambientes naturales.
Fig.
2. Proyecto de restauración de la gravera de Mas Margall. |
Fig. 3. En climas templados, la enea (Typha angustifolia) y los alisos (Alnus glutinosa) son los primeros colonizadores espontáneos de estos humedales artificiales. |
Cuando vayamos a restaurar una gravera, debemos definir en primer lugar los objetivos de la recuperación. En este escrito nos referiremos, fundamentalmente, a las graveras que se restauren con la finalidad de crear un ambiente natural destinado a potenciar y conservar tanto la flora como la fauna propias de ambientes acuáticos. Para este tipo de actuaciones casi siempre apostaremos por la diversidad, tanto en los hábitats acuáticos como en los terrestres.
Si la zona va a ser utilizada con fines educativos, no necesitaremos tanta diversidad y es probable que nos interese un sistema más simplificado, con pocas especies animales y vegetales.
Una organización ornitológica, estará interesada, sobre todo, en llegar a tener una reserva natural con una rica avifauna. En este caso también será necesaria una vegetación lo más diversa posible, puesto que una cosa lleva a la otra, pero, sin duda, habrá una mayor atención a la construcción de islas de distintos tipos, y quizás en algunos casos haga falta ejercer algún tipo de control o derivación de la actividad predadora de algunos depredadores naturales.
Por otro lado, una organización conservacionista de ámbito local podría tener un interés especial en plantas acuáticas o invertebrados, y el proceso aplicado sería distinto. En estos casos, las orillas y deltas estarían bien cubiertos de vegetación y la zona sería manejada de un modo determinado para favorecer a unas u otras especies de plantas. Se evitaría a toda costa que hubiera peces en el lago si lo que se pretendiese fuera una interesante población de invertebrados acuáticos. Otra posibilidad sería excavar pequeñas charcas alrededor del lago principal a las que los peces no tuvieran acceso.
En aquellos casos en los que el principal objetivo no es la conservación de la naturaleza, si la gravera o complejo de lagos es suficientemente grande, siempre se puede destinar uno de los espacios a este uso. Si en el resto se utiliza vegetación autóctona en la revegetación y ajardinamiento, también será una buena contribución. Lo que no se puede hacer es intentar hacer compatibles actividades como el remo, la vela o el esquí náutico con la pesca o la conservación en un solo lago de tamaño reducido (menos de 50 o 100 hectáreas).
Fig. 4. Los abejarucos (Merops apiaster) son una de las especies de aves que rápidamente colonizan los taludes arenosos de las explotaciones. |
Fig. 5. Gravera recién restaurada como espacio natural en el valle del río Lee, en el sur de Inglaterra. |
La forma de una gravera será muy importante siempre que vaya a ser utilizada como reserva natural o con un fin conservacionista. Cuanto más irregular sea la orilla, mejor.
Es ideal un alto ratio perímetro/superficie. Si se tiene un perímetro muy largo para una superficie dada, la orilla será extremadamente irregular, con ensenadas, penínsulas, entrantes, salientes e islas. Esto significa que tendremos una gran superficie de ribera con su correspondiente vegetación, que, por supuesto, albergará una abundante vida invertebrada.
Se ha comprobado que en una orilla irregular resulta un mayor número de parejas nidificantes de anátidas. Los ánades reales, por ejemplo, tienden a defender la franja de orilla de delante de sus nidos. Si se encuentran en una pequeña ensenada, no podrán ver a parejas vecinas, con lo que no existirá tanta competencia territorial y la zona en sí albergará un número mayor de parejas de patos nidificantes que si la orilla fuese rectilínea.
Una orilla diversa e irregular proporcionará un serie de condiciones físicas variadas que favorecerán a distintas comunidades vegetales. En zonas abiertas y expuestas a vientos y oleaje, sólo unas pocas especies podrán establecerse. Sin embargo, en bahías protegidas y recluidas, algunos macrófitos delicados podrán prosperar. Por ejemplo, Polygonum amphibium y Nuphar lutea sólo vivirán bien en rincones tranquilos, protegidos del oleaje y del viento.
Idealmente, una gravera dedicada a la conservación de la naturaleza no debería limitarse a un solo lago. Sería preferible que la zona incluyera una serie de lagos de distintas formas, tamaños, profundidades y orientaciones. Evidentemente, esto no es siempre posible, puesto que muchas veces hay varios intereses que luchan por un mismo sitio y se acaba produciendo una zonificación de usos de cada lago.
De cualquier modo, incluso cuando sólo se disponga de un único lago, éste debería tener la orilla lo más recortada posible, y habría que excavar una serie de pequeñas charcas o lagunas adosadas al lago principal. Estos “sublagos” deberían estar desconectados del lago mayor, para evitar que entren peces en ellos. Cuando la gravera mayor sea profunda, la existencia de tales lagunas puede representar un hábitat alternativo para plantas acuáticas e invertebrados. Durante la temporada de cría, estas charcas serían los mejores puntos de alimentación para pollos de anátidas y otras aves acuáticas, asegurando así su supervivencia.
Muchas graveras recientes de considerable profundidad no disponen de tierra vegetal o estériles que puedan ser utilizados para modificar orillas y taludes. En algunos de estos casos sería preferible destinar estos lagos, difíciles de restaurar, a actividades recreativas y deportivas.
Siempre existe la posibilidad de verter materiales inertes en distintos puntos de la gravera para modificar las orillas y taludes. Las graveras que se encuentren cerca de canales, puertos o ríos que se draguen regularmente, pueden aprovechar este hecho para utilizar los materiales del dragado en su remodelación. Una ventaja adicional es que estos materiales suelen incluir semillas, rizomas y otras partes de plantas acuáticas, que ayudarán a revegetar la orilla.
Escombros procedentes de construcciones viejas, pueden constituir un material perfectamente apto para el relleno parcial de lagos profundos. En Sevenoaks (Inglaterra) se construyó una larga península a base de verter arcilla en un sector profundo del lago. Una vez estabilizada, la península fue rebajada por el istmo, convirtiéndose así en una isla que actualmente es utilizada como zona de nidificación de chorlitejos y charranes.
Fig. 6. Lago para uso recreativo en un gran complejo de graveras. Priory Park. Reino Unido. |
Fig. 7. Restauración de una gravera como zona de esquí acuático. Esta es una de las actividades más incompatibles con la presencia de aves acuáticas. Ventalló. |
La profundidad y las características de los perfiles de los taludes circundantes serán los factores principales que determinarán el establecimiento de la vegetación acuática. Taludes verticales tendrán muy poca o ninguna vegetación en sus bases, pero, por otro lado, pueden ser lugares ideales para la nidificación de aviones zapadores, martines pescadores (Alcedo atthis) o abejarucos. Cuanto más suave sea la pendiente de los taludes, más ancha será la franja de vegetación acuática que se establezca en las orillas del lago.
Del mismo modo que lo era para la forma, la diversidad también será el fin buscado con respecto a la profundidad y perfiles. Una amplia gama de profundidades favorecerá unas poblaciones diversas de plantas, peces y aves.
Las zonas de aguas muy someras serán colonizadas fácilmente por la vegetación; si se mantienen estas orillas sin vegetación, o con muy poca, atraerán a limícolas y patos de superficie.
En las aguas de más de un metro de profundidad no podrán vivir las plantas emergentes, y sólo los macrófitos sumergidos podrán prosperar. Estas zonas serán utilizadas por patos de superficie y fochas, puesto que la mayoría de macrófitos sumergidos llegarán hasta la superficie. Si el crecimiento vegetal es bueno y exuberante, se verán favorecidas en gran manera las poblaciones de invertebrados, anfibios y peces.
Las zonas más profundas albergarán cada vez menos plantas acuáticas, dependiendo de la turbidez y grado de eutrofia de las aguas, pero aún puede haber sedimentos ricos en moluscos, quironómidos y otros invertebrados. En estas aguas podrán prosperar peces, patos buceadores, zampullines y somormujos.
Al planificar los perfiles de los taludes habría que tener siempre en mente el estado final deseado de la gravera con su recubrimiento vegetal.
Las zonas menos profundas, que normalmente corresponden a los deltas formados por los limos que provienen del lavado de sedimentos, serán colonizadas lentamente y se pueden mantener libres de vegetación, atrayendo así a láridos y limícolas. Si se permite el establecimiento del carrizo, la zona será utilizada por rascones, ardeidas, carriceros y bigotudos.
La mayoría de los taludes deberían tener una pendiente de 1 : 10, de modo que se facilite el establecimiento o plantación de carrizos y otras plantas acuáticas en la plataforma que quede bajo el agua.
Es importante enriquecer con tierra vegetal las orillas que vayan a ser plantadas. Algunas secciones de la orilla expuestas a la acción del oleaje podrían dejarse con un sustrato de grava o materiales pobres en nutrientes, a fin de diversificar la orilla. En estas manchas sólo se podrían establecer algunas plantas oportunistas, y en este espacio abierto se depositarían detritus vegetales y animales aportados por las olas, que atraerían a lavanderas y limícolas.
Fig. 8. Gravera de Mas Margall, en Avinyonet de Puigventós, restaurada como reserva natural. Obsérvense los perfiles y formas irregulares de la orilla. |
Es bien sabido que la mayor parte de las aves acuáticas prefieren nidificar en islas, puesto que se sienten más seguras.
Las islas pueden ser de distintos tamaños y formas, pero en cualquier caso deberían tener un perímetro lo más irregular posible. Se han probado una serie de formas distintas: cruciformes, en herradura, circular, alargada o como un atolón con laguna central.
Las islas deberían tener ensenadas abrigadas a su alrededor, donde las aves puedan descansar y alimentarse sea cual sea la dirección del viento. En todas las islas habría que tener en cuenta, al diseñarlas, la dirección del viento dominante en la zona.
Los taludes alrededor de las islas deberían ser suaves, con una pendiente de, por lo menos, 1 : 10. Esto es así por tres razones, principalmente: Si la pendiente es muy suave, la interfase tierra-agua ocupará una franja mucho más ancha. En segundo lugar, una isla de perfiles suaves facilita el acceso al agua y la vuelta a la isla de pequeños animales y de los pollos de aves que puedan haber nacido en ella. Finalmente, una isla así, de poca altura, es más difícil que obstruya la vista del lago desde, por ejemplo, un observatorio de aves.
Las islas se construyen, principalmente, como zonas seguras de nidificación y descanso para las aves. Cada especie tendrá unos requerimientos en cuanto a sustrato, vegetación, tamaño de la isla, etc. La vegetación de las islas deberá ser manejada según las especies de aves que se desee fomentar.
Así, para los charranes y chorlitejos chicos, la superficie debería ser de grava fina y la vegetación casi inexistente o muy baja. En los climas más cálidos, unas matas dispersas son esenciales, a fin de proporcionar sombra para los pollos. Las anátidas prefieren un prado denso de gramíneas altas, o pequeños arbustos y zarzas. Las islas con una vegetación de arbustos altos o árboles podrían atraer, sobre todo, a las ardeidas, cormoranes y paseriformes. Ramas bajas o zarzas caídas dentro del agua pueden presentar una buena base para la construcción de nidos de somormujos y zampullines.
Es muy importante tener claro que a una isla pensada para estimular la nidificación de aves no le basta con ser una porción de tierra rodeada de agua: Una isla será más isla cuanto mayor sea la distancia a tierra, y ésta debería ser por lo menos de unos 50 metros. Si una isla está rodeada de aguas profundas, tendrá un nivel más alto de seguridad que si está rodeada de agua con sólo unos 20 centímetros de profundidad. La mayoría de depredadores terrestres no le tienen demasiado miedo al agua, y se han dado casos de zorros y jabalíes cruzando aguas profundas con distancias de hasta 60 metros para llegar a una colonia de charranes.
Existen, básicamente, tres sistemas para construir islas. El primero y más fácil consiste en dejar la isla inexcavada mientras se extraen las gravas a su alrededor. El único inconveniente de este sistema es que puede resultar muy costoso si el depósito de grava es muy profundo y hay que dejar sin excavar un gran cono de grava.
El segundo sistema consiste en verter estériles en ciertos puntos de la gravera cuando la extracción se esté haciendo en seco y aún no se haya reinundado el hueco. Este sistema es el que más se está utilizando en las graveras de Gran Bretaña, y aunque supone unos gastos adicionales para las compañías extractoras, si los estériles han sido almacenados previamente en el lugar adecuado, luego sólo deben ser desplazados unos cuantos metros. Las principales ventajas de este método son que sólo se utilizan estériles y que la isla se puede construir, compactar y moldear a placer en condiciones secas.
El tercer sistema es probablemente el único práctico para construir una isla en una gravera inundada. Se trata de verter materiales inertes en la gravera, formando una larga península. Una vez se ha asentado y compactado, se excava un ancho canal en la base de la península, con lo que quedará una isla.
Por último, cabe siempre la posibilidad de construir islas flotantes, en forma de balsa. En este caso, dependiendo de los medios de los que se disponga, se podrá construir una balsa más o menos sofisticada.
Fig. 9. La rana común (Rana perezzi) es un rápido colonizador de las graveras, aunque tengan un nivel de agua temporal. |
Las anátidas, así como muchas otras aves, gustan de zonas tranquilas con poca o ninguna vegetación, donde pueden dormir, descansar, limpiarse las plumas o tomar el sol. Cuando no hay vegetación se sienten más seguras, puesto que pueden ver acercarse a cualquier depredador terrestre u otra amenaza. Las aves prefieren como posaderos, sobre todo, islas y penínsulas alargadas.
Las islas pueden ser adecuadas de dos modos distintos. Uno de ellos sería manteniéndolas peladas, sin vegetación, lo que se puede conseguir cubriendo la isla con una capa de plástico y a continuación con otra de arena y gravilla. Si la gravera es utilizada por ánsares, basta con cortar o quemar la hierba justo antes de que lleguen, y ellos ya se encargarán de mantenerla corta. Patos como el ánade silbón (Anas penelope) y fochas pueden hacer lo mismo en algunos casos.
La segunda posibilidad es plantar árboles en la isla. En pocos años, con su sombra, anularán el crecimiento de las plantas emergentes de las orillas y éstas quedarán libres de vegetación. Con el tiempo se puede cortar los árboles mayores, que, una vez sobre el agua y sin las ramas más finas, serán posaderos ideales para patos, garzas y cormoranes.
Las penínsulas alargadas o puntas sólo serán utilizadas si están peladas o con vegetación muy corta. Las técnicas para mantener estas condiciones son las mismas que las descritas para las islas.
Se pueden observar puntas de gravilla y arena que han tenido mucho éxito como posaderos para patos, charranes, gaviotas y limícolas en Great Linford y en Dungeness (Inglaterra). En este último caso, las puntas de grava aparecen en verano, cuando el nivel freático baja, por lo que no es necesario efectuar un control de la vegetación. La oscilación del nivel de agua hace el trabajo. Puesto que muchas aves utilizan estos posaderos, sobre todo, en verano, para mudar, limpiarse las plumas o agruparse antes de la migración, puede ser muy válido aprovechar las oscilaciones del nivel del agua para el diseño de estos posaderos.
Se puede instalar posaderos más específicos para determinadas aves. Por ejemplo, cerca de los observatorios, cuesta muy poco fijar una rama en la orilla, que cuelgue sobre el agua, de modo que sea utilizada por los martines pescadores. Si la gravera tiene un talud utilizado por abejarucos o aviones zapadores, se puede fijar árboles muertos en frente de la colonia, que, sin duda, serán bien acogidos y usados. Grandes troncos caídos en el agua atraen a anátidas, ardeidas y cormoranes, como ya se ha dicho. Algunos de estos troncos pueden ser utilizados, del mismo modo, por tortugas de agua.
Fig. 10. Gravera recién restaurada como espacio natural en Sant Pere Pescador. |
Cuando se vaya a regenerar una gravera con fines conservacionistas, el plan de revegetación irá estrechamente unido a la planificación de la forma, profundidades y perfiles.
La diversidad debería ser el principal objetivo del programa, y habría que plantar una gran variedad de plantas acuáticas y terrestres ya en los primeros estadios de la restauración. Pero antes de iniciar la plantación habría que determinar dónde hace falta tierra vegetal, para conseguir un crecimiento vigoroso y denso.
Al mismo tiempo habría que controlar la expansión de algunas buenas colonizadoras mediante barreras físicas en las orillas. Por ejemplo, se puede limitar la expansión de una masa de carrizo si ésta se halla rodeada de aguas de más de un metro de profundidad. Otras plantas acuáticas verán frenada su expansión si se encuentran con un sustrato pobre en nutrientes. En algunos humedales naturales de Norteamérica se ha comprobado que la diversidad máxima de aves se produce cuando la proporción de vegetación que cubre la lámina de agua se encuentra entre el 50 y el 75 %.
Es muy difícil encontrar árboles de ribera autóctonos en los viveros, y a menudo se intentan “colar” variedades de jardinería e híbridos. Por ello, mientras la mayoría de viveros no dispongan de planta con garantías, es mejor plantar a partir de semilla, o incluso estaquilla, que con este tipo de árboles funciona perfectamente. Por otro lado, habrá que conseguir las plantas acuáticas del medio natural.
La gravera será más o menos diversa y rica en vida silvestre según la cantidad y variedad de comunidades que se establezcan. La diversidad estructural será muy importante y es un factor a tener en cuenta.
Planificación de la restauración
Este es, sin duda, el proceso más importante y que determinará en gran medida el éxito de la gravera restaurada. Siempre que ello sea posible, hay que planificar la restauración antes del inicio de la extracción. Si el proceso extractivo se desarrolla teniendo en cuenta el estado final deseado, se reducen al mínimo los costes de restauración. Al mismo tiempo, se produce un seguimiento de cerca que permite introducir modificaciones y correcciones al proyecto inicial.
Dentro del proceso de planificación, la primera fase consistiría en hacer una evaluación tanto paisajística como ecológica del entorno en el que se halla la gravera. Esto nos ayudará a diseñar el entorno de la gravera y a conocer los distintos tipos de vegetación que podemos reproducir.
En una segunda etapa habría que definir los objetivos de la restauración. Tenemos que decidir qué tipo de humedal deseamos y qué especies precisamos potenciar. A partir de ahí diseñaremos la forma y los perfiles (es importante que además de ser una buena reserva, ésta sea bonita, por lo que es recomendable consultar, siempre que se pueda, a un arquitecto paisajista), para luego diseñar la revegetación.
Cuando nos encontremos con graveras excavadas o en funcionamiento, la restauración será, sin duda, más cara y difícil, y será en estos casos donde el diálogo con la empresa y la imaginación jugarán un papel fundamental para que, finalmente, hagamos de un lugar degradado un nuevo espacio natural para la recuperación de la fauna y el disfrute de los ciudadanos.
Las graveras húmedas son relativamente fáciles de restaurar y se convierten en un interesante y rico ambiente natural. Un problema es que en la mayoría de cuencas fluviales suelen predominar las pequeñas explotaciones que sólo afectan a unas cuantas hectáreas. Una consecuencia de esto es que no se pueden abordar grandes restauraciones, y además las empresas no se pueden permitir tener en nómina a ecólogos y paisajistas, tal como ocurre con las grandes compañías en el Reino Unido, en donde las explotaciones de áridos se concentran en grandes unidades, por lo que la Administración exige grandes proyectos. Muchas veces se acaba creando grandes complejos recreativos, por otra parte muy rentables.