OP

    REVISTA DEL COLEGIO DE INGENIEROS DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS
Nº26
AÑO 1993
RÍOS, I

Los ríos

Mariano Palancar Penella*

Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

 

GENERALIDADES
POLÍTICA DE MEJORA Y CONSERVACIÓN DE LOS CAUCES PÚBLICOS
FOMENTO DEL USO RECREATIVO DE LOS CAUCES PÚBLICOS
EL RÍO Y LA CIUDAD

Descriptores: El río, Cauces públicos, Mejora y conservación, Usos recreativos, Río y ciudad

La Revista O. P., con acierto y oportunidad, en estos momentos en que se debate el Plan Hidrológico Nacional, dedica un número monográfico al tema sugestivo de «Los ríos».

En principio pensé hablar sólo de “El río y la ciudad”, pero dado que soy un generalista y me he dedicado a los temas hidráulicos con una visión global de los mismos, trataré de los ríos desde una perspectiva general, planteando ideas que estimo novedosas, en lugar de insistir en otros aspectos que serán tratados por especialistas. Hablaré, así, de los siguientes aspectos de esta cuestión:

— ¿Qué son los ríos?

— Necesidad de una política hidráulica que preste mayor atención a la mejora y conservación de los cauces públicos.

— Fomento de los usos recreativos de los cauces públicos.

— El río y la ciudad.

Generalidades

Parece conveniente empezar precisando a qué nos referimos cuando hablamos de los ríos.

Según el «Diccionario de la Lengua Española», río es “una corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar”. Pero parece evidente que un río es mucho más que esto. Citaré, por una parte, una experiencia personal que expresa, con un caso ejemplar lo que quiero decir:

En el año 1977, con motivo del 50 Aniversario de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, editamos un libro titulado «Guadalquivires» que tuvo un éxito extraordinario y que considero la obra más completa dedicada a un río. Pienso que el éxito radicó, entre otras cosas, en la amplitud del temario, que superaba los clásicos enfoques ingenieriles. El índice del libro era el siguiente (el índice general completo puede verse en el cuadro 1):

Aspectos histórico-geográficos del Guadalquivir y sus fuentes

El Guadalquivir desde el nacimiento a la desembocadura

La ría del Guadalquivir

La biota del Guadalquivir y su cuenca

Geología de la cuenca del Guadalquivir

Hidrología del Guadalquivir

La Andalucía del Guadalquivir y su Confederación Hidrográfica

Antología poética

Bibliografía

Por otra parte, quiero citar al respecto los siguientes párrafos tomados del «Informe sobre el dominio público hidráulico» realizado por el ingeniero de caminos Juan Ramón Vázquez García para el Colegio de Ingenieros de Caminos:

“(...) los ríos son elementos vertebradores del territorio: ningún equipo de planificadores puede descubrir en un concienzudo análisis de la geografía física de un país alternativa a la vertebración infraestructural más sabia que la que la propia naturaleza ha marcado a lo largo de los siglos, labrando en el terreno los caminos preferenciales para el tránsito de la materia básica de la que procedemos: el agua.”

“Al lado de los ríos se han desarrollado civilizaciones, los cultivos en los valles han aportado el soporte nutritivo del hombre, por los ríos se han transportado mercancías, en los valles han encontrado el trazado óptimo las vías de comunicación terrestre, de los ríos se extrae el agua para abastecer a las poblaciones, a la agricultura y a la industria (y a los ríos se devuelve el sobrante), del agua fluyente se extrae energía que sustenta la economía de comarcas enteras (...)”.

Si queremos ser más explícitos y exhaustivos –con mentalidad de ingeniero–, creo que para hablar de un río deberíamos considerar los aspectos siguientes:

— La cuenca alimentadora, que es preciso proteger, especialmente en cabecera, donde suele ser necesaria una forestación eficaz.

— La hidrología, con suficiente base estadística de conocimiento y desde una visión dinámica.

— La acción del hombre, explicitada en presas, azudes, cortas, encauzamientos, etc.

— Los usos del agua, para abastecimiento, riego, industria, recreo, evacuación de desechos, navegación...

— Los cauces, riberas y márgenes, que en cuanto a los dos primeros, constituyen el dominio público hidráulico del Estado; y en cuanto a las márgenes, están sujetas a servidumbre y policía que condicionan su uso.

— La flora y fauna, no sólo del río, sino de su entorno.

— Y por último, la Historia y la Poesía, que dan al río su vinculación con el hombre.

Política de mejora y conservación de los cauces públicos

Desde hace varios años, en artículos y conferencias, vengo señalando la insuficiente atención que la Administración presta a la “conservación y mejora de los ríos”.

Durante el largo período en que fui responsable de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, me sorprendía que en la Dirección General de Obras Hidráulicas existiesen partidas presupuestarias para “presas”, “regadíos”, “abastecimientos y saneamientos urbanos”, “encauzamientos y defensas”, pero ninguna previsión económica para “conservación de cauces públicos”.

Es bien sabido que en nuestro país siempre ha habido más dinero para nuevas inversiones –políticamente rentables– que para conservar adecuadamente lo existente.

Así, en carreteras ha sido notable la insuficiencia de las partidas destinadas a conservación, y sólo recientemente se está superando este error. Y en el sector de puertos y costas también en los últimos años se ha dado un espectacular y acertado incremento de partidas presupuestarias destinadas a la conservación y regeneración de playas y a los deslindes marítimo-terrestres para proteger el dominio público.

Pero los cauces públicos han sido y siguen siendo la “oveja negra” de la familia, y esto representa un fallo de la política hidráulica que es preciso superar.

En este amplio capítulo de mayor atención a los cauces públicos en relación con su protección, mejora y conservación podemos señalar las actuaciones siguientes:

— Fomento de las actuaciones de deslinde, como protección de la titularidad pública frente a frecuentes ocupaciones ilegales, que disminuyen el espacio funcional que el río puede necesitar en crecidas extraordinarias y aumentan el riesgo ante inundaciones.

— Conservación de los cauces, orientada a mantener su capacidad hidráulica y la estabilidad de las márgenes. Dará lugar a limpieza de aterramientos y a refuerzo de márgenes, y debe tenerse presente que la prevención o la “puntada a tiempo” son siempre más económicas que las actuaciones importantes originadas por el abandono.

— Protección de márgenes en caso de daños o riesgos importantes, simplificando los trámites administrativos requeridos, que suelen dar lugar a plazos excesivos.

— Plantaciones forestales, con el doble objetivo de fijar márgenes y mejorar el paisaje.

Y todo ello de manera continuada y coherente durante un año y otro.

Fig. 1. Río Aguamula, cabecera del Segura.

Fig. 2. Río Borosa en Cazorla.

Fomento del uso recreativo de los cauces públicos

En relación con los usos recreativos de los cauces públicos, me parece oportuno señalar la escasa atención que han recibido hasta ahora de la Administración. Esto ha estado justificado porque dado el nivel económico del país hemos tenido que prestar atención prioritaria a actuaciones productivas, pero hay que reconocer también cierta falta de sensibilidad para estas cuestiones que, en muchos casos, no requieren grandes inversiones. Y, por otra parte, hoy en día la sociedad requiere actuaciones de este tipo, que son normales en otros países.

En general, las actuaciones llevadas a cabo hasta ahora, en cuanto a uso recreativo de los cauces públicos, han estado limitadas a los embalses, pero parece evidente que existe una amplia gama de posibles actuaciones. Haré una rápida exposición de los diferentes tipos de actuaciones que me parecen más claras, y para respetar el orden clásico en temas hidráulicos, avanzaré desde aguas arriba hacia aguas abajo.

• En primer lugar estimo necesario prestar una atención específica a las cabeceras de los embalses, con un objetivo doble:

— Proteger la calidad de las aguas, mediante reforestación y prohibición de actividades contaminantes.

— Crear parques naturales o zonas protegidas, muy adecuados para usos recreativos.

Este tipo de actuaciones es especialmente interesante en embalses destinados a suministrar agua para abastecimiento de poblaciones.

En mi época de Ingeniero Encargado en la Confederación Hidrográfica del Duero, en León, hace 30 años, se redactó el proyecto de la presa del Torio, para resolver el abastecimiento de agua a León.

Tuvimos planeada la expropiación de varios pequeños pueblos de montaña, de economía precaria, que recibían con gusto el traslado, y queríamos crear un gran parque natural en la cabecera del embalse, en una zona bellísima de la montaña de León.

La obra de la presa no llegó a realizarse y la idea de parque natural no pasó de ser una idea, pero este tipo de actuaciones tiene gran interés en muchos casos.

• En relación con el uso recreativo de los embalses, me parece interesante hacer dos recomendaciones, fruto de mi experiencia de muchos años en que he intentado hacer algo en este campo.

En primer lugar quiero referirme a la conveniencia de seguir un criterio amplio en la expropiación de los terrenos afectados por el embalse. Me parece un error el limitar muy estrictamente la expropiación a los terrenos afectados por la inundación con un pequeño margen, pues se reducen las posibilidades de usos recreativos o paisajísticos, y además los terrenos más caros son los del valle, y en las laderas altas tiene escaso rendimiento económico la reducción de superficies. Cito dos ejemplos muy diferentes de la Cuenca del Guadalquivir:

El pantano de La Torre del Águila, próximo a Sevilla y a Utrera, zona escasa en agua, es un lugar adecuado para fomento de usos recreativos. Hace muchos años, con grandes dificultades administrativas y económicas, realizamos allí un área recreativa, y uno de los problemas difíciles que se planteó, fue el escaso margen de expropiación en el perímetro del embalse, que impedía plantaciones forestales para mejorar el paisaje.

En la época en que se construyó la presa de La Torre del Águila no se preveían usos recreativos.

En cambio, en el pantano de Puente Nuevo, en la provincia de Córdoba, fuimos generosos en la expropiación, aprovechando los bajos precios del terreno, y hoy se dispone de unas 2.000 hectáreas de terrenos que harán posible en el futuro un área recreativa de mucho interés.

Fig. 3. Lagunas de Ruidera.

Fig. 4. Ejemplo de río en cuencas poco alteradas (Comarca de Villuercas).

En segundo lugar quiero citar una idea que he planteado en otras ocasiones, al comentar los criterios de explotación hidráulica de una cuenca, y que tiene trascendencia en relación con los posibles usos recreativos de los embalses. Se trata de plantear una explotación menos exhaustiva de los embalses, evitando dejarlos casi vacíos, con consecuencias ambientales y paisajísticas muy negativas.

Se basa en tener en cuenta la escasa volumetría que representa la parte baja del embalse y, por tanto, el pequeño rendimiento que proporciona en cuanto a cantidad de agua, y aún menor en cuanto a producción hidroeléctrica, por la disminución de altura utilizable.

Por otra parte, estos pequeños ahorros de agua, relativamente fáciles de conseguir con una adecuada explotación productiva, originan mejoría notable, como hemos dicho, en relación con los objetivos ambientales y recreativos.

• Avanzando hacia aguas abajo de los embalses de regulación hay, frecuentemente, tramos de río en los que se puede realizar actuaciones de tipo recreativo muy económicas, como por ejemplo:

— Aprovechamiento de viejos azudes existentes, en muchos casos ruinosos.

— Pequeñas obras de infraestructura que originen recursos de agua sin grandes oscilaciones de nivel, simplemente con fines paisajísticos y de mejora de la fauna.

— Mantenimiento del río en su estado natural, pero mejorando accesos, las márgenes y las plantaciones.

• Finalmente, un tipo específico de actuación se refiere al tramo final de los ríos, especialmente en el caso de las rías o estuarios, que ofrecen características muy sugestivas.

En este apartado no quiero dejar de citar de modo concreto las posibilidades existentes en la Ría del Guadalquivir y en la del Guadiana, cuyas dimensiones de kilómetros de longitud y de centenares de metros de latitud suponen un patrimonio importantísimo para usos recreativos.

El río y la ciudad

Es este un tema sugestivo que me ha interesado desde mis primeras actuaciones profesionales en León, y al que después he prestado atención en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.

En León colaboré en el proyecto y construcción de los encauzamientos de los ríos que abrazan a la ciudad, el Bernesga y el Torio, y pude comprobar las limitaciones que puede encontrar un ingeniero al tropezar con intereses especulativos.

En Córdoba participé en un concurso organizado por el Ayuntamiento de esta bella ciudad sobre «Córdoba y el Guadalquivir», en equipo con dos prestigiosos arquitectos, presentando una solución que creo muy buena, aunque no fue premiada.

Y en Sevilla he tenido una participación muy intensa en el proyecto y ejecución de la Corta de La Cartuja.

Esta ambiciosa obra hidráulica, que surgió como defensa contra los ataques del río Guadalquivir, ha supuesto una profunda transformación urbana de Sevilla. Requirió una difícil labor de coordinación, que se realizó a través de una comisión presidida por mí –como Director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir–, en la que estaban representados el Ayuntamiento de Sevilla, la Dirección General de Carreteras, Renfe, la Dirección General de Ferrocarriles y el Puerto de Sevilla.

Fig. 5. Ría del Guadalquivir.

Fig. 6. Guadalquivir en Sevilla.

La Corta de la Cartuja supuso para Sevilla:

— La defensa frente a un peligro cierto y grave de ataques del río.

— La construcción de un nuevo cauce –la Corta– de 6 kilómetros de longitud, duplicándose la lámina de agua urbana en la ciudad, con los beneficios ambientales que ello supone.

— La recuperación para la ciudad de 500 hectáreas de terrenos inundables inmediatos al casco de la ciudad, que permitiera la brillante realización de la expo ’92.

Desde mi punto de vista, quizás poco objetivo, supuso una de las realizaciones españolas más importantes en el “urbanismo del río y la ciudad”.

Tras esta breve presentación de mi interés por el tema, expondré algunas ideas, que en su mayor parte proceden de una conferencia dada en el año 1991 en el «1er Curso de Verano de la Fundación Ingeniería y Sociedad», en Segovia.

En primer lugar, me parece digna de mención la insuficiente atención que, hasta hace pocos años, se ha venido prestando a las relaciones entre el río y la ciudad. Y pienso que las razones que lo explican son las siguientes:

— Un bajo nivel de desarrollo económico nacional que forzaba al primum vivere, descuidando objetivos más nobles.

— Por otra parte, la realidad de unos ríos abandonados, con agua de mala calidad, malos olores, etc., que fueron configurando el cauce como la cloaca urbana y la parte trasera de la ciudad.

— La característica torrencial de los ríos españoles, con caudales muy irregulares de unos años a otros y también a lo largo del mismo año.

— Un insuficiente conocimiento de la hidrología por los urbanistas de hace varias décadas.

— Y finalmente, por qué no decirlo, un urbanismo especulativo, orientado a la consecución de metros cúbicos edificados, más que a la calidad de vida del ciudadano.

Estas razones pueden explicar la escasa atención prestada históricamente al binomio río-ciudad, pero no la justifican, puesto que el río ofrece, evidentemente, posibilidades urbanísticas valiosas, entre las que subrayo las siguientes:

— Un elemento importante e indiscutible de estructuración de la ciudad, no sólo desde un punto de vista geográfico, sino desde una perspectiva más amplia, que incluye aspectos históricos y funcionales.

— Un espacio libre natural, con posibilidades de ser incrementado y potenciado fácilmente, con funciones básicas de pulmón de la ciudad y lugar de recreo.

— Una posibilidad de comunicación lógica por las márgenes del río.

Estas posibilidades urbanísticas han sido valoradas en los Planes Generales de Ordenación Urbana de los últimos años, pero existe todavía un amplio campo de actuaciones en muchas ciudades españolas.

Fig. 7. Tramo urbano del Guadalquivir en Sevilla.

Fig. 8. Tramo urbano del Guadalquivir en Sevilla.

Los proyectos más importantes realizados en España en este binomio río-ciudad son los correspondientes a Valencia y el Turia, Barcelona y el Llobregat, Málaga y el Guadalmedina y Sevilla y el Guadalquivir. Cada una de estas actuaciones merecería un artículo específico, y podrían dar lugar a un número adicional de la Revista O. P.

Pero dado que he querido dar a este trabajo un enfoque global, terminaré con unas breves recomendaciones sobre cómo enfrentarse a este tema tan sugestivo de las relaciones entre el río y la ciudad.

El primer consejo es enfrentarse al río con mucho respeto, conociendo sus necesidades espaciales. En Valencia se suele decir que “el río sacó sus escrituras” cuando inunda terrenos que ha invadido el hombre; y en un antiguo poema titulado «Quejas de Sevilla al Guadalquivir por la inundación del año 1522», el río contesta a la ciudad:

“Dícesme que corro por lugares y tierras tuyas.

Sábete que esta tierra no fue tuya sino mía.

Estrechas mis orillas en angosto límite.

Y ahora, ya lo ves, me haces ir por otros caminos.”

Estas muestras de la sabiduría popular tradicional no deberían ser desconocidas para los urbanistas actuales.

El segundo consejo se refiere al “espacio público natural” que el río constituye. En general, nuestras ciudades han sufrido un urbanismo especulativo que se traduce en escasez de espacios públicos, que no tienen fines productivos ni lucrativos. Hemos de luchar por conservar, e intentar ampliar, este espacio público del río y sus márgenes, manteniéndolo con un tratamiento lo más natural posible, para que la naturaleza se asome a la ciudad.

Y finalmente, el agua. Un río sin agua pierde gracia, y nuestros ríos sufren estiajes acusados. Para recuperar el río para el uso cívico es necesario resolver el problema del agua en su doble vertiente de la cantidad –aunque sea de modo limitado a la existencia de lámina de agua– y la calidad, que es requisito indispensable para el éxito.