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    REVISTA DEL COLEGIO DE INGENIEROS DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS
Nº 46
AÑO 1999
RÍO Y CIUDAD, Volumen I

Andújar: una ciudad junto al Guadalquivir

José Luis Gómez Ordóñez

Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Catedrático de Urbanismo. Universidad de Granada


Descriptores
URBANISMO, PLANEAMIENTO URBANO, PUENTES, CAUCE FLUVIAL, ANDÚJAR

En este artículo se describe una idea del autor,1 premiada en un concurso convocado por el Ayuntamiento de Andújar, en torno a la relación entre la ciudad y el río. La lectura de esta relación es específica para cada lugar y para cada época y es una responsabilidad de la ingeniería contribuir a su entendimiento, precisamente, a través del proyecto adecuado de los elementos de infraestructura que, tantas veces, se encuentra en la entraña de la naturaleza de los lugares.

Diez años después de haber afrontado y resuelto el conflicto entre Málaga y el Guadalmedina se me ha presentado nuevamente la ocasión de diagnosticar los problemas de un asentamiento fluvial. Si en aquella ocasión el río era una rambla mediterránea, seca pero con violentas avenidas, que discurre por el centro de la ciudad,2 en este caso se trata de un cauce mucho más importante, de aguas permanentes, cuyas avenidas centenarias han delimitado una amplia vega de inundación, recortando un altozano, en la margen derecha, formado con los sedimentos procedentes de la erosión de esa ladera. A orillas de este Río Grande de los árabes, separada del mismo entre 200 y 800 metros, Andújar es la primera ciudad importante que encuentra el viajero que penetra en Andalucía desde la meseta, y este es el lugar en el que el camino histórico de Madrid a Cádiz, pasando después por Córdoba y Sevilla, se desplaza de la margen derecha a la izquierda (donde se encuentra con el ferrocarril), a través de un puente romano, reconstruido después en diferentes épocas.

Andújar ha sido en Andalucía, país de importantes y numerosas ciudades, una ciudad particularmente distinguida en el XIX, entre ese medio centenar de ciudades medias que han sido importantes no sólo por su fuerte economía agraria sino porque han sido lugares centrales de grandes áreas de suelo cuya propiedad ha sido tan disputada en las dos desamortizaciones decimonónicas. El carácter de Andújar es hoy visible en su caserío y en sus monumentos, y la ciudad, emplazada en la falda de la sierra declarada Parque Natural de la Sierra de Andújar, constituye un centro importante de la economía del aceite, después de haber atravesado, en los sesenta, un período en el que fue importante la minería del uranio, hoy extinguida, que ha legado un importante cementerio de residuos radiactivos muy próximo a la ciudad, en la margen izquierda del río.

El control y el aprovechamiento hidráulicos del Guadalquivir han generado, en este cauce medio, importantes proyectos: embalses para aprovechamiento energético, riego y regulación, tanto en los afluentes de la margen derecha como en el propio Guadalquivir; el embalse de Marmolejo, construido por Sevillana de Electricidad, tan sólo a cinco kilómetros aguas abajo de la ciudad, junto con los sedimentos aportados por el Jándula, han provocado más frecuentes y cuantiosas inundaciones en las huertas próximas al casco. Es esta una circunstancia que impulsó la convocatoria de este concurso de ideas, aunque en seguida se revelan al observador otros factores de mayor peso en el diagnóstico de la relación entre la ciudad y el río, sobre todo porque los estudios hidrológicos realizados por la Confederación Hidrográfica habían establecido ya, con precisión, los niveles de las inundaciones para diferentes períodos de avenida y, por tanto, las soluciones a este problema están ya bien fundadas. El proyecto que aquí se expone, a este respecto, dibuja unos muretes en la margen izquierda, donde las aceiteras contornean el río, y, en la ribera derecha, junto al puente romano, se reconoce el umbral de inundación, de frecuencia 25 años, a la cota 196, por encima del cual se proponen terrazas ajardinadas, de fácil acceso público, sobre todo por encima de la cota 199, correspondiente a las avenidas centenarias; por debajo, el bosque de ribera se potenciará, recibiendo cuidados de restauración y conservación, con la introducción de varias especies jóvenes que inicien un proceso evolutivo y de maduración, de naturaleza progresiva. La navegación deportiva y los baños estivales, si se controlan en el futuro los arrastres de sedimentos, podrían ser facilitados mediante el acondicionamiento de algunos pasillos y claros en el bosque.


Fig. 1. El nuevo acceso salvando el río y la autovía, el puente romano, al fondo, y el nuevo.

 

Fig. 2. Fotografía aérea de Andújar y el Guadalquivir.

Fig. 3. La ciudad vista desde la autovía: el altozano y los descensos a la vega.

Fig. 4. Vista del puente romano desde aguas abajo.

Sin embargo, una mirada más atenta muestra que más allá de ese problema, bien diagnosticado y controlable, de las inundaciones en la vega de aguas abajo de la ciudad, la relación entre la ciudad y el río que le dio asiento adolece de lejanía, de extrañamiento.

La ciudad se siente fluvial y, sin embargo, desde ella, el río casi ni se ve, y en algunos sitios en que puede verse no resulta grata su presencia, porque en sus orillas se han asentado industrias, almacenes y el ferrocarril, con sus viejas instalaciones, actividades y edificios cuya presencia es de difícil armonización con la naturaleza del marco fluvial; la ciudad, en un altozano de cota 10 metros más alta que el nivel de las avenidas centenarias, ha dispuesto en algún tramo de su fachada un paseo mirador (de las Vistillas, es llamado) que, en buena parte, se ha dotado de una pared para ocultar las vistas de los techos de fibrocemento y los silos que dominan las riberas próximas.

Estos usos periféricos, a los que se añade una zona deportiva, se han polarizado en torno a los accesos del puente histórico, y desde su funcionalidad económica han menospreciado el valor simbólico del lugar. El propio puente se muestra hoy descuidado y poco atractivo al paseante, en su pavimento, en sus focos de luz, en relación con el espacio de sus contornos; tampoco la visión del puente desde este espacio es atractiva ni es de fácil acceso. Sin embargo el lugar es todavía bello.

Hemos hablado de lejanía, de extrañamiento entre la ciudad y el río, y ello habla de esa pérdida de significado del emplazamiento que, durante tanto tiempo, materializó el puente histórico. Este puente daba sentido a la ciudad, simbolizaba la ciudad misma, en la medida en que materializaba sus relaciones con el territorio y con las otras ciudades. Al vencer la barrera fluvial, armonizaba ciudad y territorio. Es evidente que ni la industria, ni las avenidas, ni el descuido y la dejadez, aun pudiendo debilitarlo, son capaces de romper este fuerte vínculo.
El nuevo y decisivo golpe asestado a esta relación ha venido protagonizado por el proyecto inadecuado -y su construcción- de una variante a la N-IV, y agravado con su desdoblamiento en autovía, hace una decena de años. La vieja relación de Madrid con Andalucía, que pasaba por Andújar, desde la construcción de esta variante, podría decirse coloquialmente que "pasa de Andújar" y que no tiene nada que ver ni "de" Andújar ni "del" río. El nuevo puente con el que esa carretera ha sustituido la función del puente antiguo presenta una traza, quizás forzada pero inadecuada, sesgada y diagonal, y la traza de la vía, en terraplén elevado cuatro o cinco metros sobre la llanura aluvial, es, igualmente, ajena tanto al río como al contorno de la ciudad, interpuesta como está, groseramente, entre la ciudad y el río. Es evidente que, en ese trazado, el territorio ha estado ausente.
Este es el verdadero problema, una vez más. La ingeniería, surgida para valorar el territorio, para resolver los conflictos entre las diferentes escalas, para relacionar entre sí usos diversos, para armonizar paisajes complementarios, ha desconsiderado toda la riqueza y complejidad de variables implicadas en el problema y ha dispuesto una solución sólo para que los coches circulen deprisa y con seguridad, lo cual es respetable pero compatible con que se enteren de por dónde pasan y lo hagan en armonía con el territorio que atraviesan. Especial torpeza presenta el acceso sur dispuesto, que disponiendo un ramal directo de deceleración, desmesurado y fácilmente reemplazable -como hace la propuesta-, resulta abocarse a un lugar con muy escasa capacidad de difusión, de distribución de los tráficos, junto a una gasolinera y sobre una muy estrecha vía de ronda de la ciudad histórica.

La propuesta ha pretendido saldar esa deuda que la ingeniería ha contraído con Andújar, repitámoslo una vez más, aislando y extrañando la ciudad de su río. Me ha parecido que en restablecer y poner al día antiguas condiciones generadoras del lugar, en reencontrar la ciudad-puente del Guadalquivir, estaba la clave del problema.
Pues bien, resulta que, aun hoy, el viejo puente romano sigue siendo puerta de entrada a la ciudad para sus relaciones con las villas de la comarca próxima, situadas al sur, Arjona, Arjonilla, Higuera de Arjona… Es una relación gravosa para el puente histórico, que necesita alivio de tráficos motorizados, y poco aseada para esta relación comarcal que ha de transitar por las calles de la industria del aceite de la margen izquierda, antes de alcanzar el puente. Pareció que disponer un nuevo acceso desde la comarca a Andújar, más directo, a través de un nuevo puente, si se hacía de una manera adecuada, podría dar vida, nuevamente, a la condición simbólica del lugar. Tal puente nuevo apunta directo al altozano en un lugar privilegiado de su fachada al Guadalquivir, el óvalo del muro que replica la redondez de la plaza de toros contigua, enlazando allá con un sistema viario bien ramificado y con capacidad para difundir el acceso a toda la ciudad moderna y, más indirectamente, a la antigua.

Fig. 5. La comarca de Andújar al sur del Guadalquivir.

Fig. 7. La propuesta en el entorno del puente antiguo.

Fig. 6. Planta general de la propuesta.

 

Fig. 8. Estructura de los espacios verdes: el bosque de ribera los puentes viejo y nuevo y el paseo de las Vistillas, el existente y su prolongación.

Fig. 9. Estructura viaria de difusión del nuevo acceso.

 

Este nuevo puente, de unos 600 metros de longitud, con doble plataforma, la superior para vehículos y la inferior para peatones, con un diseño tal que evoca una hilera de árboles surgida del bosque de ribera, se proyecta con una elevación constante sobre el terreno, casi horizontal, por tanto, salvando el río, pasando sobre la autovía y accediendo a la ciudad en la plaza de circunvalación de la plaza de toros, sin que el alzado baje y ascienda tantas veces, en una ondulación que perdería la capacidad simbólica que expresa un puente continuo, a la manera de los solemnes acueductos romanos. La evocación de éstos no es meramente simbólica, porque la conexión necesaria de Andújar con su comarca no es exclusivamente viaria sino que está también aconsejada para proporcionar un servicio mancomunado de abastecimiento de agua y depuración tal como acontece en múltiples zonas de Andalucía. Dáse la circunstancia de que la traza de tal puente sería paralela a la del puente romano y absolutamente fiel a la parcelación dibujada por un repartidor de riego que acomete en este lugar al Guadalquivir tras haber sido derivado del canal trazado entre los afluentes de la margen derecha, Rumblar y Jándula, que flanquean la ciudad. Tal congruencia permite ordenar, en una franja de 70 metros de ancho, entre el repartidor y el nuevo acceso proyectado, la disposición de usos apropiados para jalonar lo que sería un paseo suburbano moderno entre la ciudad y el río: granjas, huertos, espacios para la natación y el deporte, para pasear en bicicleta, montar a caballo, para la enseñanza de la naturaleza y de la agricultura a los niños…

Y, al igual que en torno al puente romano y al nuevo acceso sur desde la autovía se han generado edificios para albergar actividades, que han buscado aprovechamiento del acceso otorgado, se ha de pensar que el nuevo acceso propuesto avivará las expectativas de ocupación de la vega, fragmentada por la autovía, contigua a la ciudad; como, de hecho, están mostrando los usos junto a los caminos que han bajado a la vega desde el arrabal de Santiago. Por eso, y para dar forma y estructura adecuadas a la urbanización que, previsiblemente, sobrevendría al nuevo acceso, se ha proyectado un nuevo barrio, "el nuevo altozano" (Altozano es también el nombre de una asociación preocupada por los valores históricos y urbanísticos de la ciudad; asociaciones de extraordinario valor cívico a las que se ha de rendir homenaje), barrio al que, no sin cierta razón, se le podría acusar de consumir suelo fértil, pero que podrá también acrecentar valores públicos al erigirse en nuevo mirador, por encima de la autovía, terraplenando su asentamiento para que esté a la misma cota que el altozano, y descendiendo suavemente hasta acordar con la calle del acceso sur, creando una franja verde lineal junto a la autovía cual nuevo paseo-mirador de las Vistillas, recogiendo y enhebrando las calles del arrabal (a tal fin se han estudiado cuidadosamente las rasantes), dando continuidad a un itinerario de ronda de la ciudad, y creando a través de la más importante de sus calles una nueva conexión entre los sectores de Levante y de Poniente de la ciudad, entre el parque de Colón y el recinto ferial.

Finalmente, y no es lo menos importante, el nuevo acceso permitirá el uso peatonal del puente antiguo, cuyos tráficos motorizados pudieran reducirse al de viajeros que usan la estación de ferrocarril; el entorno del puente romano renacerá así para el disfrute ciudadano gracias al bosque de ribera, a sus jardines contiguos y a las zonas deportivas y de baños.

De esta manera, Andújar vuelve a tener una relación simbólica y funcional con su territorio y su río; nos parece que, de construirse esta propuesta, un viajero del siglo XXI podría dibujar o filmar esta ciudad, a la manera en que Guesdón explicó tan magistralmente tantas ciudades europeas a mitad del XIX, como un asentamiento urbano dotado de un brazo extendido hacia el río y hacia su comarca, que sería el largo puente nuevo. Puente al que me ha parecido oportuno acentuar en sus extremos con dos edificios, la Casa del Agua, junto al cauce, levantada sobre pilares su solera, por encima de la cota de avenidas centenarias, junto al cauce, y el Museo del Guadalquivir, en el extremo norte. Son obvias las actividades de investigación y enseñanza que ambos edículos podrían desarrollar en provecho del medio ambiente y de la cultura y la belleza del paisaje de este enclave simbólico de Andalucía. Sería hermoso que la propuesta contribuyese, de esta manera, a la valoración de las relaciones entre la ciudad y su territorio con una acción que, en cualquier otra ciudad importante, se ha de descubrir tal que resulte apropiada a sus específicas condiciones de tiempo y lugar; condiciones a las que en ningún caso puede desatender la ingeniería si quiere seguir gozando de consideración, respeto y afecto. n


Notas
1.El equipo de colaboradores ha estado constituido por la arquitecta Elisa Valero Ramos, el ingeniero de C. C. y P. Alejandro Grindlay Moreno y la estudiante de Arquitectura Eulalia Gómez Escoda.
2.Su explicación puede encontrarse en las revistas Geometría, a. 91 y Cauce, a. 92.