OP

    REVISTA DEL COLEGIO DE INGENIEROS DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS
Nº 46
AÑO 1999
RÍO Y CIUDAD, Volumen I

Ordenación de las áreas fluviales en las ciudades:
un enfoque metodológico

José Mª de Ureña Francés
Catedrático de Urbanismo y Ordenación del Territorio, Universidad de Cantabria. Director de la E.T.S. de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
de la Universidad de Castilla La Mancha

Agustín Ascorbe *, Juan Carlos Canteras**, Carolina Garmendia***, Juan Carlos García Codrón***, Andrés Liaño*, Leonor de la Puente****, Victoria Rivas*** y Ángel Sainz Borda*

Profesores de la Universidad de Cantabria, en las áreas de:
* Ingeniería Hidráulica, ** Ecología, *** Geografía Física, **** Análisis Geográfico Regional

INTRODUCCIÓN

SITUACIÓN ACTUAL DE LOS RÍOS EN LAS CIUDADES
Ocupación urbana de los espacios fluviales
Las directrices de la ordenación fluvial en España
BASES HIDRÁULICAS, AMBIENTALES Y FORMALES PARA LA ORDENACIÓN FLUVIAL-URBANA

Funcionalidad de los elementos de un espacio fluvial
Bases para la ordenación fluvial-urbana

La ordenación hidráulica
La ordenación ambiental
La ordenación formal

LA ORDENACIÓN FLUVIAL EN ÁREAS URBANAS: UNA PROPUESTA METODOLÓGICA

Procedimientos para ordenar espacios fluviales en contextos urbanos

Tipos de estudios a realizar
Tipos de objetivos y propuestas de ordenación

Actuaciones en espacios fluviales urbanos fuertemente constreñidos
Procedimientos de planeamiento

CONCLUSIONES


Descriptores: ÁREAS FLUVIALES, DISEÑO DE ÁREAS FLUVIALES, ECOSISTEMA FLUVIAL, ENCAUZAMIENTOS URBANOS, ORDENACIÓN FLUVIAL, RESTAURACIÓN FLUVIAL, RÍOS Y CIUDADES, URBANISMO, PLANIFICACIÓN TERRITORIAL

Introducción
Los métodos tradicionales de ordenación de áreas fluviales consistentes en incrementar la capacidad de desagüe disminuyendo la rugosidad y la irregularidad del cauce, profundizando o aumentando su sección, cubriéndolo o desviándolo, etc. han sido desarrollados con el doble objetivo de protección contra inundaciones y consolidación de los terrenos colindantes, descuidando los aspectos ambientales, así como los usos tradicionales del río. En algunos casos, este tipo de actuaciones ha conseguido, indirectamente, "urbanizar y adecentar" la apariencia de los ríos.

Este artículo* pretende adentrarse en la ordenación de los espacios fluviales urbanos desde la perspectiva de mantener los elementos y dinámicas naturales, al tiempo que se realizan medidas para la protección contra los riesgos de las avenidas. Estos espacios no deben considerarse solamente cauces de desagüe, ni tampoco espacios para el paisajismo, sino territorios cuyas características naturales hidráulicas, geomorfológicas y biológicas sean tenidas en cuenta al unísono.

Una buena parte de la compleja situación que se crea a la hora de ordenar un territorio fluvial en un entorno urbano es debida a la colisión entre la dinámica y características de los ríos y las de la ciudad. En el cuadro 1 se indican algunas de estas características inherentes a las áreas fluviales y se comparan con las de las áreas urbanas.

Situación actual de los ríos en las ciudades
En su proceso de crecimiento, las ciudades han ido ocupando el espacio fluvial, dependiendo las formas de ocupación del grado de intensidad urbana y de las dimensiones y características del espacio fluvial.

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Ocupación urbana de los espacios fluviales
Los procesos de erosión-transporte-sedimentación fluvial dan forma al espacio fluvial; este territorio es elegido por actividades humanas que van ubicándose cada vez más próximas al río. Inicialmente, los asentamientos se ubicaron en las cercanías de los ríos, pero en lugares resguardados o de transición entre llanuras y laderas, para evitar riesgos. Los asentamientos más dependientes del recurso fluvial se instalaron directamente en una de las márgenes, en la que se comienza a ocupar el espacio y a construir muros de protección; la otra margen, generalmente la menos protegida, se mantiene sin usos urbanos o se ocupa por actividades marginales. El crecimiento posterior del asentamiento, en muchos casos de carácter industrial, que requiere amplias superficies llanas, es el que genera la ocupación completa de los espacios más cercanos al río, la presión urbana sobre el mismo y la disminución del espacio disponible para la dinámica fluvial. Además, este proceso de deterioro del río y de ocupación de sus territorios aumenta los riesgos derivados de las avenidas.

La situación de las áreas urbanas más consolidadas puede resumirse en:

-Ocupación de la práctica totalidad del espacio por elementos urbanizados o edificados.
-Congestión de los servicios: transporte, equipamientos públicos, energía, comunicaciones, abastecimiento y saneamiento de aguas, etc.
-Desuso o deterioro de algunas áreas productivas y uso de algunas pocas áreas urbanas por zonas verdes.

En estas áreas falta espacio para asegurar el funcionamiento racional de la ciudad, lo que se traduce en una continua búsqueda de suelo para ubicar nuevos elementos urbanos y para conectar las áreas de la periferia entre sí y con el centro. En este contexto, los ríos, sus corredores fluviales y sus llanuras de inundación se han visto deteriorados por las siguientes razones:

-Vertido de residuos transformando los ríos en alcantarillas.
-Reducción de la diversidad morfológica del cauce, por su canalización o cubrición.
-Destrucción de los hábitats adyacentes al cauce debido a la extensión de las actividades urbanas hasta el borde del mismo.
-Disminución del caudal de agua, extraído para usos urbanos, reduciendo su fauna y flora.
-Aumento del efecto de borde, por la ubicación de carreteras, líneas de ferrocarril, etc. paralelas a los cauces.
La situación de las áreas urbanas de la periferia puede resumirse en:
-Ocupación discontinua del espacio por usos y formas urbanas, produciéndose un damero de suelos urbanos, rurales y en expectativa de uso.
-Ocupación de importantes espacios o corredores por grandes infraestructuras de comunicaciones, energía, abastecimiento, etc.
-Aparición de actividades de consumo urbano (zonas de ocio, canteras, centros comerciales, granjas intensivas, etc.) o de subproducto urbano (vertederos, desguaces, plantas de tratamiento de aguas negras, etc.).
-Usos marginales, que buscan su integración en la ciudad, y usos de alto standing, que buscan la exclusividad.

Así, en estas áreas urbanas menos consolidadas, las áreas fluviales soportan las presiones indicadas para las áreas más consolidadas, aunque de menor magnitud, y además otras nuevas:

-Intensificación del uso agrícola o del uso por actividades de consumo o subproducto urbano de los terrenos adyacentes al cauce.
-Ocupación de áreas del río de incierta titularidad.
-Construcción de vías de comunicación a lo largo y a través del cauce.

Por otro lado, la presión antrópica sobre las áreas fluviales es dependiente del tamaño del río. En los ríos importantes se concreta en la ocupación de espacios colindantes al río y en la creación de protecciones para las avenidas y para la fijación de las riberas; en estos casos se le tiene un cierto "respeto" al río y las ocupaciones se realizan con un cierto margen de seguridad. Sin embargo, en el caso de ríos de menor entidad, la presión sobre los mismos es superior, llegándose, en muchos casos, a utilizarlos como auténticas redes de alcantarillado o a ser cubiertos para crear nuevos espacios urbanizados.1

Las directrices de la ordenación fluvial en España
Dos son las motivaciones fundamentales que han sido tenidas en cuenta para la ordenación fluvial en España, la protección contra las avenidas y la utilización del agua como recurso.

La ordenación de los espacios fluviales urbanos se ha llevado a cabo considerando al río como un cauce de desagüe independiente del resto del territorio fluvial y se ha plasmado en obras de defensa con el fin de proteger las áreas urbanas, los edificios y las instalaciones.2

En relación con estos objetivos, la administración decide actuar, normalmente, cuando la población, a través de los ayuntamientos u otros cauces civiles, comunica la necesidad de defensa a los organismos competentes, solicitudes que suelen realizarse en momentos de fuertes inundaciones. Este sistema ha respondido más a la espontaneidad de los hechos que a una planificación de las obras hidráulicas. No obstante, en la legislación vigente se contempla que cada Confederación Hidrográfica elabore planes de conjunto para la cuenca administrativa, planes de cuenca para cada río y planes especiales para tramos de río de especial conflictividad.
Además de las obras hidráulicas propiamente dichas, que son percibidas por la población como las que ofrecen mayor protección y seguridad y que se han realizado con mayor profusión, cabe mencionar otro tipo de actuaciones, como las regulaciones de tipo administrativo respecto a los usos del suelo del perímetro inundable (ordenación territorial), las actuaciones no estructurales que reducen los daños aunque no evitan las inundaciones, la implantación de planes de emergencia para proteger personas y bienes durante el período crítico de la inundación, y el desarrollo de campañas de prevención. Sin embargo, en España se ha avanzado muy poco en esta línea.3

En las últimas décadas se han levantado críticas respecto a las acciones de la Administración, que podemos resumir en la visión parcial del problema (se refieren exclusivamente al caudal y se centran en el cálculo de aspectos hidrológicos y no tienen en cuenta los aspectos geomorfológicos y bióticos), el sobredimensionado de las canalizaciones (el período de retorno considerado, independientemente de la problemática de cada vertiente, es de 500 años, mientras que lo habitual en otros países es de 50-200 años para la defensa de núcleos urbanos, y de 5-50 años para las de ámbito rural), la primacía de los encauzamientos, la falta de un método de evaluación de daños, la creación directa e indirecta de suelo urbano (las obras de defensa pueden favorecer la creación de suelo urbano mediante la protección de suelos, usos y actividades que no deberían estar permitidas) y la aparición de problemas ecológicos y paisajísticos.

Hasta la fecha, las actuaciones orientadas a la restauración de cuencas, márgenes y ríos se han utilizado sólo de manera muy puntual y reducida, a pesar de las referencias explícitas en la Ley de Aguas de 1985. El escaso dinero asignado a "restauración de cauces y riberas" se dedica a algunas pocas plantaciones y limpiezas de pequeños tramos de ríos, mientras que en encauzamientos se gasta unas 500 veces más que en restauración.4

Sin embargo, recientemente se van incluyendo criterios de mejora de los espacios fluviales dentro de los proyectos ingenieriles y se tiende a incorporar las riberas en espacios recreativos o a crearlos a partir del acondicionamiento de aquéllas. En este sentido, el proyecto más significativo ha sido el encauzamiento del río Segre a su paso por Lérida, en el que se combina una zona natural protegida al norte de la ciudad, donde el río tiene más espacio, y un encauzamiento con forma de muro en su margen derecha (la más urbana) y con forma de franja inclinada en su margen izquierda, que puede usarse como parque.

También se va tomando conciencia de que la ordenación fluvial debe dejar de ser un tema exclusivamente hidráulico e hidrológico, e incluso un tema paisajístico, para ser además un tema de ordenación del territorio y de conservación de la naturaleza. El reto es conseguir compatibilizar la competencia por el espacio de los usos urbanos, la utilización del recurso agua y la necesidad de reservar espacios de manera permanente y temporal para la dinámica fluvial, es decir, permitir la convivencia de un artefacto netamente artificial y rígido, como es una ciudad, con otro netamente natural, cambiante y flexible, como es un río.5

Bases hidráulicas, ambientales y formales para la ordenación fluvial-urbana
Los ríos son territorios que se han ido conformando, a lo largo de su historia geológica y biológica, por su propia dinámica (hidráulica y sedimentaria) y, paralelamente, han ido apareciendo (evolucionando) especies animales y vegetales adaptadas a dicha dinámica. En consecuencia, formas y dinámicas hidráulica y geomorfológica y hábitats de fauna y flora constituyen una unidad inseparable.

Funcionalidad de los elementos de un espacio fluvial
La mejora de los espacios fluviales en las áreas urbanas se ha intentado hacer de diversas formas, cada una de las cuales presenta aspectos relevantes y también limitaciones: mejora de la calidad del agua, control del régimen de caudales, mejora del paisaje del río, mejora del hábitat de fauna y flora y restauración de la morfología del cauce y espacios colindantes y de su continuidad. A continuación se argumenta que la mejora de la calidad y caudal de agua y la restauración de la morfología y continuidad del cauce y de sus espacios colindantes son las dos políticas más importantes para mantener un río natural a lo largo de un espacio urbano.

Las propuestas de ordenación deberán tener en cuenta que, en las áreas fluviales urbanas, se pueden distinguir tres zonas. El cauce mayor, ocupado frecuentemente por el flujo de agua y sólidos y que incluye el cauce de aguas bajas. Un espacio en el que se mueve dicho cauce, que geomorfológica y ecológicamente forma parte del río y que suele coincidir aproximadamente con el corredor ripario o área de interfase entre el ecosistema acuático y el terrestre.6 Un espacio más amplio constituido por las llanuras de inundación, dentro de las cuales están los espacios anteriores. Más allá de estos espacios, la forma del terreno es tal que generalmente la evolución de los cauces y las inundaciones no incidirán en ellos en períodos de tiempo significativos para el hombre.

La morfología del cauce es vital para la cantidad y diversidad ecológica, ya que dependiendo de sus características (rápidos y remansos, meandros, trenzados, etc.), del tipo de substrato (pedregoso, limoso, etc.), etc. la fauna y la flora serán distintas. Dicha morfología es el resultado de un determinado régimen de caudales líquidos y sólidos y de unos grados de libertad. El problema es que, en un espacio urbano, algunos de dichos grados de libertad se hacen desaparecer, dando lugar a modificaciones en la morfología (erosiones, sedimentaciones, encajamientos, etc.) que tienen fuerte incidencia en la diversidad ecológica.

La cantidad y la calidad del agua son importantes para la fauna y la flora. Sin embargo, en muchos casos el agua es extraída aguas arriba y devuelta al río aguas abajo en forma de vertidos de aguas negras; por ello, sobre todo en los pequeños ríos urbanos, el agua presenta un alto grado de contaminación y una distorsión en su régimen de caudales. El reto es conseguir mantener un régimen natural (o seminatural) de caudales y realizar el tratamiento de las aguas negras.


Fig. 1.
Río Nervión en el barrio de La Peña, en Bilbao. (Foto: Confederación Hidrográfica del Norte.).

La vegetación de ribera, el exponente más visible de la especificidad del ecosistema fluvial, se caracteriza por un nivel freático alto, sujeta a períodos de inundación, por una gran flexibilidad para soportar los empujes generados por el flujo de agua y por un proceso de desarrollo que es, en muchos casos, compatible con la periodicidad de las avenidas y de los procesos de erosión y sedimentación, es decir, con el movimiento del cauce. La vegetación de ribera, vital para el ecosistema fluvial, cumple diversas funciones, entre las que destacan las siguientes:

-Sirve de filtro de la escorrentía lateral, disminuyendo su velocidad de llegada al cauce y reduciendo su aporte de sólidos y nutrientes.7
-Refuerza la estabilidad de las riberas y de los cauces tanto a través de sus raíces como por su capacidad de disminuir la velocidad de circulación del agua en las orillas y facilitar el depósito de sólidos (ver Coppin y Richards, 1990).
-Sirve de alimento a la fauna terrestre y acuática.
-Refugio para la fauna acuática, al crear espacios en los que el agua circula a menor velocidad y mantener condiciones microclimáticas más estables.
-Hábitat para la fauna terrestre, relacionada muchas veces con el ecosistema acuático.

El problema es que la expansión de los usos urbanos hasta el borde del río ha hecho desaparecer total o parcialmente la vegetación de ribera y los espacios en que se ubica.

Las llanuras de inundación sirven de área de expansión de la energía (disipación) del caudal, así como para su almacenamiento durante las avenidas, al tiempo que se caracterizan por una gran fertilidad al estar constituidas por terrenos aportados por el río. El problema es que la ocupación de estos espacios ha reducido al mínimo dichas funciones.


Fig. 2. Encauzamiento del río Oria en Tolosa (Gipuzkoa). (Foto: Gobierno Vasco. Servicio Territorial de Aguas de Gipuzkoa.).

Por último, la continuidad (hidráulica, geomorfológica y biológica) longitudinal al cauce y transversal al mismo es básica para mantener la dinámica fluvial. Es conocida la importancia de la continuidad longitudinal, en relación con la capacidad de desagüe y con la migración de una parte de la fauna acuática, por lo que presas, azudes, tramos contaminados, etc. que rompen o alteran dicha continuidad deben ser cuidadosamente diseñados. Sin embargo, la continuidad (o suave transición) transversal, la conexión entre el ecosistema acuático y el terrestre y el mantenimiento de las funciones del corredor ripario y de las llanuras de inundación, es menos conocida y, consecuentemente, obviada en muchos casos.

La restauración de la morfología del cauce y sus espacios colindantes, de su dinámica y de su continuidad longitudinal y transversal, junto con el mantenimiento del régimen de caudales y de la calidad del agua, son los dos aspectos básicos para el mantenimiento del río en su dinámica natural, ya que, como se ha dicho anteriormente, son estas formas y dinámicas las que generan los procesos de pérdida de energía, etc. que necesita el río y las que generan los hábitats para la fauna y flora fluvial. La reinstalación de la fauna y la flora fluvial en un río con una morfología y dinámica artificiales y sin continuidad, en el mejor de los casos creará una mejora transitoria, ya que poco a poco la fauna y la flora, a no ser que sean artificialmente mantenidas, desaparecerán o serán reemplazadas por otras especies oportunistas. Sin embargo, si se restauran las formas y dinámicas naturales (o seminaturales) del río y su continuidad, la tendencia será a la reaparición y consolidación de la fauna y flora fluviales, por lo que la mejora del río será permanente.

Bases para la ordenación fluvial-urbana
La ordenación fluvial en las ciudades debe dejar de ser un tema exclusivamente hidráulico y paisajístico para ser además un tema de ordenación del territorio y de conservación de la naturaleza en el que se mantenga una funcionalidad hidráulica y ambiental y se utilice la morfología de dichos espacios como base para la ordenación urbana.

La ordenación hidráulica
En muchos de los planes de ordenación urbana vigentes en España que se refieren a municipios atravesados por ríos, si bien se tiene en consideración su existencia, no se incluyen análisis hidráulicos o sedimentológicos de los mismos (ver Ascorbe, et. al, 1998), por lo que sus determinaciones sobre los ríos carecen de base científica. La funcionalidad hidráulica y sedimentaria debe analizarse a dos niveles, primero, el paso de los caudales del río por los espacios urbanos y, segundo, las transformaciones hidráulicas y de escorrentía que implica la aparición del espacio urbano.

En el primer nivel, se plantea el siguiente interrogante, ¿cuánto espacio se necesita para que desagüe el caudal de las avenidas sin generar daños en la ciudad? Para ello hay dos tipos de soluciones. La primera consiste en conseguir que el caudal circule a gran velocidad, por una sección reducida y que no se desborde, lo que se logra mediante un cauce con poca rugosidad, profundo, sin obstáculos y lo más rectilíneo y regular posible y mediante muros de protección que mantengan el agua en su interior. El debate que se plantea en relación con este tipo de solución es para qué tamaño de avenida debe diseñarse el canal de desagüe. La segunda alternativa consiste en estudiar el proceso de desbordamiento e inundación fuera del cauce y establecer usos del suelo compatibles con su inundación periódica. La duda que subyace en este caso es el grado de riesgo a que pueden estar sujetos los distintos espacios urbanos. Para la primera solución es suficiente una simulación hidráulica unidireccional; en la segunda es imprescindible una simulación bidimensional o tridimensional y que incluya el proceso de desbordamiento.

En el segundo nivel, hay que estudiar los cambios hidráulicos generados por la transformación de un espacio rural en urbano. En este sentido, es particularmente importante la modificación de la relación lluvia-escorrentía por tres razones. Primera, la infiltración se reduce y la escorrentía aumenta, debido a la transformación de superficies naturales en superficies pavimentadas o construidas; segunda, la velocidad de circulación de la escorrentía generalmente aumenta, debido a que discurre por superficies uniformes, lisas y compactas, por lo que los períodos de concentración son extremadamente cortos; y tercera, el agua de escorrentía aportada por las ciudades contiene elementos procedentes de las calles, los edificios, la circulación de vehículos, etc. (aceites, polvo, contaminación, etc.).

La integración de las áreas fluviales en la ciudad debe tener en cuenta estas consecuencias y realizarse desde el diseño y la normativa urbanística, con el doble objetivo de mantener en ellas la forma natural de recogida de aguas pluviales y controlar el aumento de escorrentía.8 Al diseñar una nueva área urbana hay que considerar los siguientes aspectos (Ureña, 1997):

- Adoptar una ordenación que se base en la forma natural del territorio y de recogida de aguas pluviales.
- Estudiar las transformaciones que se inducen sobre dichos sistemas naturales al aumentar la escorrentía y el caudal punta de las avenidas por la transformación del suelo, y aportar el necesario espacio complementario para el río.
- Mantener todo el espacio del sistema fluvial con usos del suelo compatibles con el movimiento del río e incluir el cauce mayor dentro de una zona verde.
- Si es necesario desviar algún cauce, que el nuevo mantenga similares longitudes, pendientes, morfología, riberas, etc.
- No transferir el aumento de escorrentía aguas abajo sino solucionarlo en el interior del mismo tramo: embalsando agua para que el sistema fluvial pueda seguir funcionando igual,9 fomentando los bosques de ribera, que pueden retardar la llegada del agua al cauce, y favoreciendo la infiltración mediante pavimentos porosos o áreas especiales.10

La ordenación ambiental
Diversas características de las áreas fluviales hacen de ellas ecosistemas de gran valor, al ser espacios con mayor abundancia de agua y constituir la unión entre dos ámbitos, al existir en ellos una gran cantidad y diversidad de fauna y flora, al estar constituidas por un corredor continuo, el único que puede dar continuidad a las áreas naturales a través de la ciudad,11 y al constituir, en muchos casos, los espacios de mayor calidad paisajística del territorio. Los mejores indicadores de un espacio fluvial natural son la vegetación, el tipo de cauce y la calidad y cantidad de agua.

Fig. 3. Río Toyohira (Japón). (Foto: River Bureau. Ministry of Construction, Japan.).

Además, los ríos son elementos de gran variabilidad; es por esto por lo que la forma, la fauna y la flora están especialmente adaptadas para soportar dichos cambios. En los ríos existen áreas de pérdida de energía del agua, materiales sueltos para ser transportados, las riberas están en constante proceso de erosión y sedimentación, la vegetación tiene gran capacidad de regeneración, flexibilidad frente a las avenidas y capacidad colonizadora.
Ureña (1997) indica cuatro objetivos para el tratamiento de las áreas fluviales como áreas "naturales" de las ciudades:

- Mantener la diversidad morfológica natural del cauce y de sus riberas, como alternativa a los ríos encauzados y poco diversos.
- Tratar las márgenes con técnicas y materiales blandos, lo que requiere más espacio y permite un uso ciudadano menos intenso, como alternativa a actuaciones duras en las márgenes, que requieren menos espacio y permiten un uso ciudadano intenso hasta el borde del cauce.
- Mantener la vegetación dentro del cauce, lo que requiere más espacio para el desagüe hidráulico, como alternativa a cauces sin vegetación de ribera.
- Tratar los espacios colindantes a las riberas como espacios de transición entre los usos urbanos y un espacio natural, como alternativa a la consolidación de las riberas mediante calles o paseos urbanizados.

Se ha indicado anteriormente que los espacios fluviales, por razones hidráulicas, conviene que estén constituidos por áreas que puedan ser inundadas con cierta periodicidad. Las áreas fluviales deben además encontrarse en el interior del conjunto de espacios libres urbanos y del conjunto de áreas protegidas rurales; los usos de parque más intensos y los espacios naturales menos transformados (agricultura menos intensiva, mantenimiento del arbolado, etc.) deben establecerse, en lo posible, como zonas de transición entre los espacios edificados y rurales y las áreas fluviales.

Fig. 4. Cubrición de arroyo en Cabezón de la Sal (Cantabria).

Sería recomendable incrementar el uso de la vegetación de ribera como técnica de estabilización de riberas, de creación de elevaciones contra las inundaciones y de mejora de la calidad ambiental. Además, la vegetación de ribera, por sus características, se encuentra en gran medida entre el cauce de aguas bajas y el cauce de aguas altas, y por tanto en el canal de desagüe de gran parte de las avenidas. Por tanto, si se mantiene dicha vegetación, hay que de dejar más espacio libre para mantener la capacidad de desagüe y no se deben construir estructuras fijas en el cauce que lo estrechen, para evitar problemas con los restos de vegetación arbórea que puedan ser arrastrados por las aguas.

El cauce debe ser diverso, manteniendo zonas de mayor y menor velocidad de circulación del agua y riberas que no sean lisas, lo que es imprescindible para la fauna acuática. Además, un cauce diverso tiene una mayor capacidad autodepuradora, lo que mejora la calidad de las aguas.

La ordenación formal
Ya se ha indicado que la forma de los espacios fluviales tiene especial relevancia para el mantenimiento de la naturalidad de río. Además se ha mencionado que las formas fluviales son cambiantes, diversas e irregulares y que son ocupadas temporalmente; en contraste, las formas urbanas son más permanentes, geométricas, uniformes y tienden a ser ocupadas de manera exclusiva, lo que genera muchos problemas para su ordenación conjunta. Sin embargo, estas diferencias también podrían ser utilizadas ventajosamente para adaptar los espacios fluviales en el interior de la ciudad.

En el caso de ríos con una lámina de agua de gran superficie, ésta será muy posiblemente uno de los espacios vacíos más grandes de la ciudad, espacio que debería jugar un papel relevante en su definición formal.
La continuidad longitudinal del cauce crea un efecto barrera, efecto que a veces se ha intensificado por la construcción de muros de protección y de otros elementos lineales paralelos y colindantes al cauce, por ejemplo las vías de comunicación. Éstas se han ubicado a lo largo del mismo por diversas razones, como son el carácter continuo de ambos, la posibilidad de unir en un mismo espacio dos barreras y también porque es más fácil administrativamente "robar" espacio al río que comprar espacio a particulares.

Es esencial no incrementar el efecto barrera mediante infraestructuras o vías de comunicación en las márgenes de los ríos, ya que generalmente conllevan su rigidización, la regularización de su trazado y la supresión del corredor ripario. Dependiendo del carácter de la vía (autopista o calle urbana) se aumenta o disminuye estas implicaciones y además se dificulta o se facilita, según los casos, el acceso ciudadano al borde del río. En el caso de ser imprescindible generar alguna barrera adicional, se debe intentar hacerlo en los tramos o las márgenes que separen menos la ciudad del río12 o que ya han sido transformados.

En otros casos, las márgenes y los cauces presentan áreas de difícil acceso ciudadano y contacto con la lámina de agua (cantos rodados, gran profusión de vegetación, humedales, etc). En estos casos se produce la tentación de "urbanizarlos". Ello comienza a ser controvertido porque estos espacios cada vez son más apreciados por la población como espacios naturales13 y porque dichos espacios son necesarios para la dinámica del río. Se pueden plantear soluciones intermedias, como facilitar el acceso sólo en determinados puntos o establecer recorridos especiales (por ejemplo, elevados sobre pilotes).

Se debe conservar la irregularidad morfológica y topográfica resultante de los procesos naturales, lo que requerirá espacios urbanos de forma irregular para conectarlos con la trama urbana, generalmente más regular. Estos espacios irregulares permitirán identificarlos con facilidad en dicha trama. La depresión fluvial, sobre todo en casos en que es pronunciada, puede utilizarse para realizar paseos de cornisa y de fondo (en los que aislarse del entorno urbano) que no cambien su carácter fluvial y que puedan llegar a atravesar gran parte de los espacios construidos.14

Un último comentario se refiere a las obras de ingeniería fluvial, molinos, puentes, presas y azudes etc. que se construyeron en los ríos y que en la actualidad constituyen elementos del patrimonio histórico-cultural. Estos elementos presentan su cara y su cruz; por un lado, interfieren en la capacidad hidráulica de desagüe, por lo que en algunos casos se están derribando, y por otro, son elementos singulares que pueden servir de equipamientos culturales o áreas de ocio.15

La ordenación fluvial en áreas urbanas: una propuesta metodológica
En los apartados anteriores ya se han apuntado diversos criterios para la ordenación de espacios fluviales en contextos urbanos. En este apartado se pretende, en primer lugar, definir los procedimientos generales para constituir un enfoque metodológico que permita afrontar su ordenación. En segundo lugar, y teniendo en cuenta que es más fácil ordenar los ríos manteniendo su naturalidad en los espacios periurbanos, donde todavía hay espacios sin ocupar por usos urbanos, se indicarán algunas estrategias para su ordenación en los espacios más constreñidos. Y en tercer lugar, se pretende aportar criterios para afrontar de forma práctica la ordenación fluvial en el contexto legal español.

Procedimientos para ordenar espacios fluviales en contextos urbanos
Se trata de ordenar un espacio que es parte de un territorio más grande (toda la cuenca), en el que se pueden distinguir varios tipos de elementos o espacios (cuenca, llanuras de inundación, corredor ripario y cauce), cada uno de los cuales cumple un papel distinto, y que se caracteriza por ser un territorio cambiante a lo largo del tiempo, cuyo proceso de ordenación natural y antrópico tiene una racionalidad compleja (hidráulica, sedimentaria, de fauna y flora, usos del suelo, etc.) y que debe cubrir el estudio de cada una de las celdas de la matriz territorios-temáticas indicada en la figura 5.

Los estudios indicados en la matriz habrá que realizarlos en diversas fases y para conseguir distintos resultados: Fase de Análisis y Diagnóstico, Fase de Prospección y Consecuencias, Fase de Objetivos y Propuestas y Fase de Evaluación y Seguimiento. Como se indica en la figura 6, en la que en cada fase se deberá considerar todos los elementos de la matriz que se ha definido anteriormente.

Fig. 5. Matriz de territorios y temáticas a considerar en la ordenación fluvial.

Fig. 6. Fases del proceso de ordenación a nivel de ciudad. La línea de puntos indica el perímetro de la ciudad y la línea continua indica los cauces de los ríos.

Los estudios indicados anteriormente son complejos porque deberán referirse a los territorios significativos para el río y también a los territorios significativos para la ciudad, lo que conllevará utilizar diversos ámbitos territoriales. Por otra parte, deberán referirse también a las temáticas significativas para las áreas fluviales y a las significativas para las áreas urbanas.

Tipos de estudios a realizar
En relación con el análisis hidráulico, además de los cálculos de caudales, se habrán de analizar los siguientes aspectos.16 Primero, el proceso de inundación, la definición de llanuras de inundación y la elaboración de mapas de riesgos. Normalmente se utilizan modelos reducidos y modelos numéricos de gran complejidad. En segundo lugar, habrá que conocer las velocidades y los calados de circulación del agua para conocer las capacidades de erosión y de destrucción del agua sobre los distintos elementos. En tercer lugar, habrá que conocer las velocidades, calados, etc. en distintos lugares de la sección del río y para distintos caudales, para que el río mantenga sus características naturales de flujo y de hábitat de fauna y flora, para cualquier situación de caudal.
En relación con el análisis y diagnóstico de los vertidos líquidos habrá que conocer su origen, su contenido y la polución que generan en el río, así como la contribución de los distintos elementos del río (morfología del cauce, riberas, humedales, etc.) a su capacidad autodepuradora. Habrá que conocer el porcentaje del caudal de aguas bajas que es debido a los vertidos sobre el río y simular las distintas posibilidades de reducción de los vertidos en origen y de tratamiento de los mismos, incluyendo tratamientos artificiales y seminaturales. De gran interés son las propuestas de De Pauw, et. al. (1999) para combinar pequeñas plantas de tratamiento de aguas con el papel autodepurador de áreas de expansión de un pequeño río de Flandes, como alternativa a la creación de una larga red de colectores que recoja los vertidos de varias localidades y que hubiese generado importantes deterioros del corredor ripario, y los tratamientos terciarios basados en balsas de circulación del agua entre vegetación para reducir los nutrientes aportados por los ríos del sur de Suecia al mar Báltico (Lacoursiere, et. al. 1999).

El análisis de sólidos, que muchas veces no se realiza en la actualidad y del que existen muy pocos datos, es importante por muchas razones (por ejemplo, Huygens y Verhoeven, 1999, indican su importancia para luchar contra la contaminación). Su aspecto más importante, teniendo en cuenta que la mayoría de los espacios urbanos se encuentran en el curso medio-bajo del río, es la dinámica de erosión sedimentación (sobre todo sedimentación) y, en consecuencia, la evolución de sus riberas y el desplazamiento en planta del cauce. Deberá conocerse el balance de sólidos para saber si tiende a elevarse o a encajarse, el tipo de sólidos en suspensión o de fondo y los lugares y momentos en que se produce la erosión y la sedimentación.

En el caso de que el balance de sólidos no sea cero, será necesario hacer una previsión de las consecuencias de la elevación (tendencia a desplazarse el cauce) o del encajamiento (descalce de las estructuras colindantes al río). En este sentido, en unos países se ha prohibido la extracción de cantos rodados (ver Killintveit, et. al. 1999) y en otros se están realizando estudios para realizar dragados más compatibles con la naturaleza (Petit, et. al. 1999). En otros casos se piensa en la posibilidad de añadir sólidos, al haberse cortado la continuidad del transporte sólido debido a la construcción de alguna presa (ver Söhngen, B. et al., 1998). Deberá hacerse una previsión de la evolución en planta del cauce con dos posibilidades: primera, permitir que se vaya transformando y por tanto quitando terreno en unos lugares y aumentando en otros; y segunda, impedir en algunos lugares este proceso (estribos de puentes) y permitirlo en otros (bordes de parques).

Para diseñar una sección más compatible con el proceso de erosión, transporte y sedimentación de sólidos, parece adecuado establecer un cauce de aguas bajas con riberas totalmente naturales y cambiantes, un cauce principal con riberas bastante naturales y cambiantes y un cauce de aguas altas con las riberas fijas. Esta propuesta tiene el problema de asegurar la estabilidad de las riberas del cauce de aguas altas cuando sean superadas por el caudal de algunas avenidas y cuando el cauce de aguas bajas se desplace como para generar el descalzamiento de las mismas.

Fig. 7. Isla en el río Danubio, aguas arriba de Budapest, que es un parque
con instalaciones deportivas.


Fig. 8. Edificación sobre pilotes a orillas del río Danubio,
aguas arriba de Budapest.

Fig. 9. Conservación del patrimonio hidráulico. Río Saja, Cantabria.

Los aspectos importantes de la morfología del cauce que deben ser analizados son su papel en la disipación de energía, su papel en relación con la fauna y la flora, su proceso de cambio y su papel en relación con la capacidad autodepuradora.

Para el desarrollo de la fauna y la flora hay tres aspectos básicos que deberán ser estudiados:

- La calidad y cantidad del agua. La primera va siendo considerada prioritaria, mientras que la segunda, conjuntamente con la morfología del cauce, debe asegurar hábitats adecuados para la fauna y la flora. Estudios de simulación numérica de estas condiciones comienzan a ser habituales (ver Killintveit, et. al. 1999 y Larsen y Frier, 1999).
- La continuidad longitudinal del cauce. Lo que requiere estudiar las condiciones de continuidad en presas, cruces de autopistas, etc. La continuidad es relativamente fácil de estudiar en los ríos importantes y caudalosos y mucho más difícil en pequeños ríos o arroyos urbanos y con poco caudal, debido a los constantes entubamientos, impactos sobre las riberas, pequeños tramos con fuerte contaminación, etc.
- La vegetación de ribera y la conexión entre el ámbito acuático y el terrestre. Esta vegetación está entre el cauce de aguas bajas y el de aguas altas, por lo que los estudios hidráulicos han de tenerla en cuenta. También hay que estudiar su continuidad longitudinal, ya que puede servir de corredor de unión de áreas naturales a través de la ciudad. Un problema importante es la invasión por plantas exóticas de las riberas que han sido transformadas por el hombre.

Por lo que respecta al análisis orientado a prevenir los impactos sobre los espacios fluviales, ya no se considera suficiente definir los proyectos de ordenación fluvial y posteriormente realizar un estudio de impacto ambiental. Ascorbe, et. al. (1999) indican los problemas que existen con los EIA y proponen definir las actuaciones considerando desde el inicio sus características y dinámicas ambientales.

Hay que analizar los usos del suelo de la llanura de inundación y su capacidad de ser ocupados por el agua durante las avenidas, su posibilidad de soportar variaciones en planta del trazado del cauce y la necesidad para estos usos del suelo de estar cerca de los ríos. En la actualidad, en algunos países se han elaborado normativas sobre la compatibilidad de los usos de suelo urbano frente al proceso de inundación; un ejemplo puede verse en Témez (1995), donde se resumen algunos casos y se propone una posible normativa para España.

En relación con las obras y edificaciones existentes en el cauce y en la llanura de inundación habrá que conocer su efecto sobre la capacidad de desagüe y sobre la continuidad del río.

Tipos de objetivos y propuestas de ordenación
Las propuestas de ordenación fluvial-urbana han sido indicadas a lo largo del artículo, resumiéndose aquí las que se consideran más significativas.

Se debe potenciar la consideración explícita y científica de los espacios fluviales en el planeamiento territorial y superar la compartimentación territorial de las decisiones. Se deberán considerar los niveles territoriales necesarios para ordenar el conjunto de dichos espacios y coordinar las determinaciones de los distintos planes sectoriales definidos por la legislación vigente (Planes Hidrológicos de Cuenca, Planes de Ordenación Urbana y Territorial y Planes de Ordenación de los Recursos Naturales).

Se debe potenciar el mantenimiento de los procesos fluviales naturales en la ordenación de las nuevas áreas urbanas. Si es necesario modificar los espacios fluviales se deberán crear otros nuevos con similares características. Y además, se deberá solucionar en la misma área urbana los posibles cambios en la escorrentía, evitando transferirlos aguas abajo.

Se debe mejorar la calidad del agua y asegurar caudales mínimos, establecer áreas de transición entre los espacios fluviales naturales y cambiantes y los espacios urbanos artificiales y rígidos, mantener o restaurar la continuidad longitudinal y transversal del río y de su corredor ripario, mantener el carácter variable del cauce de aguas bajas, prohibir en general la extracción de áridos, respetar al menos un área claramente natural cada cierta distancia (por razones hidráulicas -expansión y almacenamiento-, bióticas -espacio para la fauna y flora-, abióticas y morfológicas -potenciar la capacidad de cambio en dichas áreas- y de calidad del agua -potenciar su capacidad de autodepuración), artificializando como máximo una sola margen entre dichas áreas y conectando dichas áreas naturales (fluviales) internas a las ciudades con el resto del corredor fluvial natural del entorno rural.
En las áreas sujetas a la dinámica fluvial sólo se permitirán usos del suelo compatibles con la inundación periódica y con la evolución gradual del curso del río.

Se deben utilizar las formas que crean los ríos como base para la ordenación urbana, manteniendo la diversidad ecológica y morfológica, no potenciar el efecto barrera y facilitar un uso ciudadano del espacio fluvial compatible con la conservación de la naturaleza.

Actuaciones en espacios fluviales urbanos fuertemente constreñidos
La mayoría de lo que se ha dicho es más fácil de aplicar en los nuevos espacios urbanos y en los periurbanos, que en los tramos urbanos donde los ríos están muy deteriorados y constreñidos. Hay que considerar que la mayoría, por no decir la totalidad, de las actuaciones importantes de mejora o restauración de los ríos van a requerir rescatar de sus usos algunos espacios colindantes a los ríos. Por ello, hay que preguntarse qué se puede hacer con estos ríos o arroyos que ya han sido constreñidos y deteriorados.

La primera actuación que debe ponerse en marcha es la descontaminación del agua, el objetivo más importante en España. Sin embargo, es vital que las obras de saneamiento no supongan a su vez el deterioro de otros elementos o aspectos del río.

La segunda actuación es mejorar la vegetación de ribera y restablecer el contacto entre el ecosistema fluvial y el terrestre. Una actuación conectada con esta es restaurar la morfología del cauce y la continuidad del mismo.
La tercera actuación, en el caso de que exista algo de espacio, es regenerar unas riberas más naturales dentro de un espacio de parque o, en caso de existir menos espacio, una ribera más artificial y otra más natural.

La cuarta actuación, en caso de que no exista o no se pueda conseguir más espacio, costosa pero válida, es mantener por el trazado original del río un cauce natural para aguas bajas, y hacer un nuevo cauce de desagüe ocasional para los episodios extremos y con un trazado distinto donde exista más espacio. Otra alternativa es realizar un río "natural" totalmente nuevo, por otros espacios urbanos en los que exista más espacio.

Por último, en los casos en que ya no sea posible recrear un espacio natural, las actuaciones consisten en tratamientos paisajísticos del cauce (mantener artificialmente una lámina de agua) o de las riberas (realizar paseos urbanos), creando un espacio de calidad urbana y paisajística, aunque de escasa naturalidad desde el punto de vista de la dinámica fluvial.

Procedimientos de planeamiento
Entre las limitaciones que existen en la actualidad en relación con la planificación de los espacios fluviales (expuestas por Ascorbe et. al., 1998), las más importantes se encuentran en la descoordinación entre los gestores de los ríos, los gestores de la planificación urbanística y los gestores de la conservación de la naturaleza. En consecuencia, es necesario establecer procedimientos que faciliten la integración de las áreas fluviales en las ciudades, encontrando enfoques que permitan ordenar y administrar coordinadamente los diversos aspectos que componen la realidad fluvial.

Para mejorar la capacidad de potenciar la integración de los espacios fluviales en el planeamiento territorial, Ureña (1997) propone los siguientes criterios. Primero, trasformar un espacio que es percibido como zona de nadie, en un espacio en el que los propietarios ribereños y los vecinos estén interesados en el mantenimiento de su calidad.17 Segundo, transformar un espacio que es de muchos, al atravesar distintas administraciones, y que no debe ser considerado por tramos, en un territorio que sea considerado explícitamente en los niveles de planificación más amplios: metropolitano, subregional y regional. Tercero, un espacio que se ordene mediante un plan conjunto de toda el área fluvial; un plan18 que contenga los distintos elementos y abarque los espacios necesarios para su restauración y que se ajuste a los requisitos de las figuras de ordenación establecidas en las distintas leyes: Ley de Aguas, Ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres y Ley del Suelo. Y cuarto, una administración coordinada de este espacio en la que las consideraciones hidráulicas, urbanísticas, geomorfológicas y ambientales se tengan en cuenta al mismo tiempo, que cuente con técnicos en dichas disciplinas científicas, en la que la concesión de licencias de edificación, uso del suelo, cambio de vegetación y parcelación sean analizadas y concedidas o denegadas de manera unitaria19 y cuya base de trabajo sea el mantenimiento y no las obras.

En el contexto de ordenar los ríos manteniendo su variabilidad, el Dominio Público Hidráulico, tal y como se define en la Ley de Aguas y sus Reglamentos, presenta problemas. La definición, mediante franjas establecidas geométricamente a partir de las riberas, parece hacerse desde dos premisas: que el cauce no cambia de ubicación, y que las aguas están siempre contenidas en un cauce determinado. Sin embargo, los espacios fluviales son consustancialmente variables y por tanto su delimitación es sólo temporal, contrariamente a la delimitación de los límites de propiedades privadas, que tienden a ser estables.

En general, en los países estudiados en Ureña (1999a), las competencias de ordenación del territorio, planificación hidrológica y conservación de la naturaleza están asignadas de distintas maneras, correspondiendo, en unos casos, a la misma autoridad provincial y, en otros, a distintas instituciones, unas de cuenca y otras regionales o municipales, aunque en general intentan encontrar procedimientos adecuados de coordinación. A este respecto, son interesantes tres ejemplos: los planes multiuso de ríos de Noruega, planes sin vigor legal pero que influyen en los planes que legalmente controlan los usos del suelo (Killingtveit, et. al 1999), los contratos de ríos en Francia, donde las diversas instituciones responsables de cada aspecto se comprometen, en forma de contrato, a coordinar sus actuaciones sobre un río concreto (Peiry, et. al. 1999), o la restauración del río Skjern, en el que una ley del Parlamento Danés obliga a realizar un proyecto completo de restauración fluvial teniendo en cuenta todas las dimensiones del río (Larsen y Frier, 1999). En dichos países la definición de los espacios fluviales y su propiedad también varía de unos a otros.

En España, la ordenación de las áreas fluviales, en las áreas urbanas, tendría que ser afrontada a tres niveles:

- A nivel de cuenca habría que coordinar las Directrices Regionales de Ordenación del Territorio, el Plan Hidrológico de Cuenca y los Planes de Conservación de la Naturaleza a nivel regional, definir los criterios de ordenación de los grandes tramos del río y asegurar un criterio global de ordenación.- Los Planes Comarcales de Ordenación del Territorio, incorporando los estudios hidráulicos, geomorfológicos, ecológicos y urbanísticos, deberían concretar las actuaciones a nivel de grandes tramos de ríos y definir las estrategias más detalladas.
- Los Planes de Urbanismo Municipales, incorporando también los estudios necesarios, definirían con precisión la forma de los espacios fluviales y sus usos del suelo.20

Conclusiones
Los ríos deben ser considerados y ordenados teniendo en cuenta todas sus dimensiones (ecológica, geomorfológica, hidráulica, sedimentaria y territorial) y permitiendo que mantengan su dinámica natural. La ordenación urbana, por su parte, debe realizarse dejando flexibilidad a los espacios que están inmersos en la dinámica fluvial. Ambos tipos de ordenación, fluvial y urbana, deben hacerse de manera que se controlen los riesgos derivados de las avenidas. Las diferencias entre las dinámicas fluviales y las urbanas hacen que su ordenación conjunta no sea fácil.

El marco legal español no favorece la consideración explícita de los espacios fluviales como un territorio a ser planificado de manera unitaria y teniendo en cuenta todas sus dimensiones. Las decisiones de los gestores del agua, del territorio y de la conservación de la naturaleza se toman, demasiadas veces, de manera descoordinada.

Notas
1. Los pequeños ríos urbanos de la zona de Londres discurren en un 40% a lo largo de cunetas, en un 20% a lo largo de canales de hormigón, en un 10% a lo largo de riberas reforzadas y sólo en un 30% a lo largo de áreas naturales o seminaturales (Gardiner, et. al., 1993). En Zaragoza se han ocupado las dos márgenes del río Ebro y se ha cubierto el río Huerva, convirtiéndolo en una alcantarilla bajo una de las calles más importantes para la expansión urbana. En Torrelavega y en Cabezón de la Sal (Cantabria) sucede algo parecido.
2. Ver los apartados 2.3. y 3.1. de Ascorbe, et. al (1999) para una visión completa de las directrices que se han considerado en España.
3. De todo ello, únicamente se está desarrollando el sistema de información hidrológica para prevenir las avenidas, el SAIH.
4. Las ideas sobre la restauración hidrológico-forestal no son nuevas; ya en 1888 se crearon las Comisiones de Repoblación de las cuencas hidrográficas del Segura, Júcar y Jarama, y en 1901 las Divisiones Hidrológico-Forestales en las cuencas más importantes, con la pretensión de paliar los efectos de las avenidas, defender las poblaciones y corregir numerosos torrentes pirenaicos.
5. Un análisis comparativo de cómo se afrontan los procesos de ordenación fluvial en diversos países europeos puede verse en Ureña (1998 y 1999a).
6. El movimiento en esta zona tiene dos procesos: el constante de erosión y sedimentación y el cambio brusco producido durante las avenidas más importantes.
7. Una pregunta que se debe hacer es si el corredor ripario (o los humedales, ver Lacoursiere, et. al 1999) puede servir para filtrar la polución que es trasladada por la escorrentía de las ciudades (sólidos, productos químicos, etc.).
8. Esto es todavía más importante si se tiene en cuenta el aumento de la urbanización de baja densidad y dispersa. Cannata (1996, pp. 188-189) indica que en los últimos 20 o 30 años se ha impermeabilizado el territorio italiano en un 20% de su superficie.
9. House, et. al. (1993) hablan de "storage at source" o almacenamiento en origen. Peiry, et. al. (1999) indican que para proteger Grenoble contra las avenidas se está explorando abrir espacios aguas arriba de la ciudad para que sean inundados. Las ciudades españolas son tan compactas que es difícil encontrar el suelo necesario para esta solución.
10. Cannata (1996, pp.195-196) indica que el problema de inundación en Florencia se resolvería aumentando la capacidad de retener lluvia con un distinto uso de los bosques (respetando arbustos y monte bajo y sustituyendo pinos por bosques caducifolios), del espacio agrícola (haciendo que el suelo estuviese cubierto por vegetación durante los momentos más lluviosos) y del espacio urbano (pavimentos porosos o zonas de laminación de lluvias).
11. En Zaragoza los sotos contrastan marcadamente con la aridez general y constituyen enclaves privilegiados (Ollero, 1990). El 55% de las áreas arboladas importantes de Pamplona están en las riberas de los ríos Arga y Sada.
12. En Torrelavega, las rondas de la ciudad estaban planteadas entre el casco urbano y el río Saja-Besaya. El Plan General de los años ochenta consiguió desplazar dicha vía al otro lado del río.
13. El Flood Hazard Research Centre de la Universidad de Middlesex ha analizado la apreciación social de los distintos tipos de espacios fluviales. House, et. al. (1993, p. 317 y 320) indican que los usuarios de las áreas fluviales identifican cada vez más la calidad de dichas áreas.
14. En la ciudad de Edimburgo existe un itinerario peatonal a lo largo del arroyo que atraviesa, bastante deprimido, gran parte de la ciudad.4

15. Por ejemplo, el Museo de Los Molinos del Río, en el centro de la ciudad de Murcia.
16. Se deberá analizar también la capacidad de regular las avenidas mediante embalses, permitiendo reducir los riesgos derivados de las mismas. Sin embargo, la reducción en el número de pequeñas avenidas puede generar la excesiva vegetación del cauce, con la consiguiente reducción de su capacidad de desagüe (ver Peiry, et. al. 1999).
17. Graça Saraiva, M. de, et. al. (1995) indican que para la restauración de dos pequeños ríos urbanos en Évora encontraron dificultades debido a la inexistencia de base legal; sin embargo, con los propietarios de las áreas colindantes se consiguió la creación de una asociación para mantener los proyectos de restauración.
18. Por ejemplo, en el Condado de Monroe (New York), en parte como consecuencia de que exista el National Flood Insurance Programme, han sido tomadas diversas medidas de planificación (Monroe County Department of Planning, 1974).
19. Por ejemplo, en Ontario las Autoridades de Conservación de Ríos, recientemente creadas, tienen la competencia de otorgar o denegar los permisos de edificación en las llanuras de inundación (ver Shrunsole, 1995), y las áreas que se encuentran detrás de encauzamientos o muros de contención son tratadas como llanuras de inundación.
20. Si se tienen en cuenta los metros cuadrados por vivienda para áreas verdes, que están previstos por la legislación o asumidos como buena práctica, y se destinan a crear un sistema de áreas verdes, incluyendo en dicho sistema las áreas fluviales, se asegurará un espacio posiblemente suficiente para ordenar adecuadamente dichos espacios fluviales.

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Nota al pie
*Partes de este artículo provienen de la conferencia pronunciada por J.M. Ureña titulada "La ordenación de los espacios fluviales en las ciudades" en el ciclo Ríos y Ciudades, celebrado en Zaragoza en 1997, del libro J. M. Ureña ed. (1999) Ordenación y protección ambiental de ríos en Europa, editado por la Universidad de Cantabria, resultado del trabajo realizado por las universidades de Alborg, Cantabria, Gante, Grenoble, Lieja, Lund y Trondheim y de un poyecto de investigación de la CICYT.