Mis primeros recuerdos son compartiendo una corriente de un río junto con muchas más moléculas iguales que yo. ¡Era divertido! que si ahora me escurro junto a una piedra, que si ahora me roza una hoja y me quedo pegada a ella. La verdad es que tenía frío (me dijeron que veníamos de lo alto de la montaña). Al principio nos tirábamos por barrancos, y en algún remanso conocí a una libélula, y a alguna araña de agua. El mejor día fue cuando pasé a través de las branquias de un pez, recuerdo que había moléculas de oxígeno entre nosotras y el pez se las quedó todas, vaya. Después de que se acabaran los barrancos, transcurríamos en un cauce muy ancho, que no era tan divertido porque la velocidad era menor, pero como éramos muchas y además había nuevos compañeros, como las sales, teníamos mucho tiempo para conocernos. Nos encantaba mirar el paisaje, fue emocionante cuando empezamos a ver animales quze nos bebían, y sobre todo los pueblos, con su molinos, con sus tuberías, y algo extraño con cloacas que vertían directamente sobre el río y que nos ensuciaban. Hubo una vez que nos extrañó no ver peces y que fuera imposible ver el sol con nitidez. Habíamos pasado por una fábrica y teníamos ahora como compañeros jabones, ácidos, algún metal pesado y eso hizo, o así nos lo explicamos nosotras, que nuestros amigos los peces decidieran emigrar a otra parte. Afortunadamente cerca de una gran ciudad entramos en unos tanques llenos de lodos, y como en un tratamiento de belleza cuando salimos estábamos otra vez limpias y nuestros amigos los peces habían regresado. Bueno digo peces pero la verdad es que había mucho ambiente: truchas, barbos, carpas, cangrejos, algas, moscas por ahí volando, pájaros cazando moscas, pájaros pescando, y una vez vi a un ser extraño, una tortuga en la orilla, la saludé con mucho respeto. Después conocí el gran mundo. Fue en un verano que hacía mucho calor. Un día estaba yo en la superficie y de repente pegaba mucho el sol, y en un instante me encontré subiendo y subiendo, me sentía ligera y como expandida, Oh! qué sensación. Veía todo pequeñito, pequeñito, y junto con otro montón de moléculas empezamos ayudadas por el viento cálido a movernos a gran altura formando un ejercito grande y de color blanco. Nube se llamaba este transporte. El caso es que conocí muchos países, veía los continentes, dábamos vueltas unas veces más arriba y otras más abajo, y sobre todo ¡qué grandes extensiones hemos conquistado las moléculas de agua! Me sentí importante. Volábamos hacia el Norte, no sé qué mes de qué año, cuando un día caí en mitad de un bosque. Qué era un bosque lo sé porque lo vi desde arriba, pero rápidamente en cuanto llegué al suelo, me escurrí entre la tierra. Múltiples sensaciones, y de repente algo tiró de mí y empece a subir. Iba por unos tubitos estrechos y conocí azúcares, iones, y lo mejor entré en un lugar llamado célula y me metieron en la fotosíntesis. Bueno no tengo palabras, como diría yo, era algo así como meterse en una atracción de feria y que todos te hicieran cosquillas. Acabé saliendo de la hoja y volando otra vez hacia las nubes. Volví a caer al poco tiempo, pero esta vez en un charquito, y un búho de ojos muy grandes vino y me sorbió por su pico. Ahí la cosa fue muy misteriosa, calentito se estaba, pero ¡cuanto ajetreo y cuanto sitio diferente! Yo notaba, ahí dentro, cuando volábamos y cuando estábamos en una rama, cosa curiosa, sería por mi larga experiencia en el aire. Cuando salí, de nuevo pasé a la tierra, y luego surgí por un pequeño manantial. Bueno seguía mi camino. Conocí el mar, muy saladito todo y peces mucho más grandes que en el río. Había unas cosas así como transparentes que flotaban y que brillaban en la obscuridad, con unos tentáculos, la verdad es que me daba un poco de miedo acercarme a ellas. Fue realmente maravilloso ver los peces de colores que se movían en los arrecifes y cerca de las rocas. Y donde mejor me lo pasé fue llegando a la playa, cuántas vueltas y revueltas, cuánta espuma, niños saltando por encima y pasando por debajo. Finalmente cuando aterricé en la arena rápidamente me volví a evaporar. La verdad es que esta vez no tenía el cuerpo para viajar, pero la vida de la molécula de agua es así. Volví a ir a una nube y esta vez caí en un país donde la gente tenía un tono de piel amarillento, y los ojos rasgados. Un día en el río (también amarillo por los sedimentos) una tubería nos sorbió a muchas de nosotras dándome la agradable sorpresa de acabar en mi casa, este precioso piso de diseño, que además es llavero en el que también he viajado y que tiene una inscripción en un borde "made in china". |